17. COMUNIÓN, UNIDAD, DIVERSIDAD

            La "communio" es uno de los temas centrales del Concilio Vaticano II. La busqueda de comunidad que ha caracterizado los años postconciliares deriva de este gran tema.
            Una comunidad desunida es un contrasentido. Podemos,por tanto, plantearnos si la Iglesia católica en la actualidad se presenta como una comunidad mas unida de lo que lo era hace 30 años.
            Quizas no, contestarian algunos. Pero añadirian a continuacion: somos mas variados. Y completarian su razonamiento considerando que también esa variedad era algo deseado por el Vaticano II, como se desprende del claro acento que el Concilio ponia al tratar de los derechos personales, del individuo, de las diferencias locales, de las iglesias particulares, de los distintos ritos liturgicos, o de la inculturación. Sera verdad - podrian anadir - que en estos años postconciliares se ha subrayado la variedad mas que la unidad, pero esto no constituye mas que el movimiento del pendulo preciso para corregir la excesiva centralización de la epoca pre-conciliar.
            A mi entender, no es ésta un analisis muy satisfactorio. Se basa en la suposición de que el Vaticano II hubiese subrayado realidades aparentemente opuestas; acepta, sin resolverla, la aparente antinomia entre unidad y variedad; e incluso tiene cierto aire de congratularse por el "triunfo" de la variedad sobre la unidad.
            Una adecuada relación entre la unidad y la diversidad es esencial para la vida y el desarrollo de la Iglesia. Pero, ¿como se relacionan de hecho estos dos valores? Se pueden combinar sinceramente en la practica? Cual de los dos es mas atrayente? Cual hace mas impacto en el mundo? Cual es mas importante? ¿Ha de triunfar uno sobre el otro? Vale la pena detenernos para considerar estas preguntas.
            ¿Cabe armonizar estos valores de tal modo que se dé pleno valor a cada uno o es inevitable que la unidad ahogue la variedad, reduciendo sus expresiones a un nivel meramente nominal, o bien que la variedad lleve a la fragmentación y a la perdida de la "communio"? Considero que quien viese los dos valores como mutuamente opuestos, caeria facilmente en la tentación de contestar negativamente a la primera parte de la pregunta y afirmativamente a la segunda.
            ¿Cual de estos valores atrae mas? Cual sorprende mas? Depende. La diversidad, en cuanto tal, no es tiene mucho de sorprendente: a no ser que sea precisamente la diversidad dentro del orden. La diversidad sin orden o sin armonia es el caos.
            La unidad atrae y sorprende mas, por el sencillo hecho de que se encuentra mas raramente. Al hombre nunca le ha resultado dificil estar en desacuerdo con los demas, separarse o alejarse de ellos, en la defensa de lo que considera sus derechos propios, sus reivindicaciones personales, su caracter peculiar. Los hombres han anhelado la unidad; pero siempre ha sido una meta costosa. Sin mirar mas que el siglo en el que vivimos, la historia de organismos internacionales tales como la Liga de las Naciones, la ONU o el UNESCO corrobora esta tesis.
            Pero la unidad sin la diversidad no es sorprendente ni apetecible; es aburrida. Da miedo, porque puede ser impuesta: piensese por ejemplo, en la unidad politica sin quiebras de un estado totalitario. Lo sorprendente es encontrar, dentro de una sociedad libre, una unidad - no impuesta - que preside una rica variedad. Esa si que es una combinación sorprendente y atrayente.
            A los no-católicos no les sorprende constatar que los católicos somos distintos los unos de los otros: en esto nos parecemos a ellos; lo que les sorprende es comprobar que, a la vez, estamos unidos. En esto somos distintos de ellos. Ahi está la diferencia que atrae. Jesus dijo que los hombres deberian poder recononcer a sus discipulos por el hecho de que se quieren mutuamente (Joann. 13:34), y elevo una oración muy concreta para que fueran "uno" (Joann. 17:21). Fue una primera preocupación suya, que deberia ser también nuestra.
            Por tanto, ante la pregunta de cual de estos dos valores es mas importante, cual es el mas fragil y mas necesitado de cuidado, la respuesta se puede dar inmediatamente: la unidad. Pero, también de modo inmediato, hemos de anadir una clarificación importante.
            La prioridad de la unidad, ¿significa que hay que sacrificar la variedad? Si hay que fortalecer y edificar la unidad, ¿Habremos de debilitar o suprimir la diversidad? La respuesta es no. Y aqui nos encontramos con una de las grandes paradojas católicas: los dos valores han de crecer.
            La unidad y la variedad son rasgos esenciales y complementarios de la hermosura de la Esposa de Cristo. Son caracteristicas poderosas de la Iglesia en las que nos deberiamos gozar. Nos gozamos en la variedad católica. No queremos que disminuya esta, sino que crezca. Nos gozamos a la vez en la unidad católica. No queremos que esta unidad se rompa; queremos que también crezca. Dentro de una visión católica, se contemplan el crecimiento paralelo de diversidad y unidad como expresiones de la vitalidad y del dinamismo sin límites de la vida de Cristo presente en su Iglesia.
Unidad, diversidad, Trinidad
            Unicidad no quiere decir identidad. No existe mayor Unidad que la de la Divinidad, de la misma Naturaleza divina. Y, sin embargo, esa naturaleza Divina consiste en Tres Personas que son realmente distintas. Estas Tres Personas son Uno; pero no son lo Mismo. Cada una, dentro de esa indivisible unidad de Verdad y Amor, mantiene su propia unicidad. La misma Trinidad es la fuente ultima y la mayor expresión del principio de la unidad en la variedad y de la variedad en la unidad (cf. UR 2).
            Pero podemos tratar de sacar mas fruto, para nuestro proposito, del gran misterio cristiano. ¿Son muy distintas las Personas de la Trinidad Beatisima? La respuesta plena a esta pregunta está reservada - con la misericordia de Dios - para que la contemplemos en el Cielo. Sin embargo, no creo equivocarme del todo al sugerir que la tendencia nuestra es pensar que las diferencias entre las Personas no son mas que "marginales" ¿No es verdad que tendemos a pensar que las Personas Divinas, entre Si, son mas parecidas que diferentes? Sin duda, la misma pregunta está mal planteada (?los hombres son mas parecidos entre si de lo que son distintos?). Sea cual fuere, me parece que las Tres Personas Divinas, siendo consustanciales, son intensamente diferentes, mucho mas alla de toda posibilidad humana de apreciar las diferencias.
            Cada Una posee una Personalidad totalmente unica y distinta: tanto es asi, que solo la infinitud de la Vida Divina puede abarcar la singularidad de cada Una. Y, sin embargo, la unidad entre estas Tres Personas es tal que no están tan solo intimamente unidas, sino que son Uno. Ademas, no son Uno "a pesar de" sus singularidades. La Unidad Divina se apoya - si cabe expresarlo de este modo - en el conocimento y en el amor engendrado e inspirado por la misma singular Personalidad de cada Uno. Por tanto, si no existe unidad tan grande como la de la Divinidad, de la misma manera no hay diversidad tan impresionante como la de la Trinidad de Personas.
            El principio trinitario de la unidad en la variedad y de la variedad en la unidad se deja ver en la labor divina de la Creación, de la misma manera que caracteriza la Redención obrada por Jesucristo y la Iglesia que fundo.
            Dios hizo un mundo variado porque se goza en la variedad. La diversidad de la creación es, en si misma, una revelación de la infinita riqueza de la Vida de Dios. Cuanto mas alto se llega en el orden de la creación, mas rica es la variedad entre los individuos de cada especie. El hombre es la obra maestra de la creación visible; en su caso vemos como Dios, dentro de una naturaleza comun, hizo tantas diferencias humanas. El se goza en la variedad humana; no quiere que todos seamos iguales. Sin embargo quiere que estemos unidos.
            La Redención de la humanidad lleva a los hombres a la unidad, porque "Dios ha querido que los hombres constituyan una sola familia" (GS 24). "Plugo a Dios llamar a los hombres a participar de su vida no solo individualmente, sin mutua conexión alguna entre ellos, sino constituirlos en un pueblo en el que sus hijos, que estaban dispersos, se congreguen en unidad" (AG 2).
            En el dia de Pentecostes, afirma la Ad Gentes, "fue prefigurada la unión de los pueblos en la católicidad de la fe por medio de la Iglesia" (AG 4). Y la Lumen Gentium enseña que Dios establecio la Iglesia para que fuera "para todos y cada uno el sacramento visible de esta unidad salutifera" (LG 9).
            Dentro de la unica Iglesia de Cristo opera el principio de variedad. La misma católicidad de la Iglesia significa que no existe solo para una epoca o un clima o una clase o una nación. Existe para todos.
             La historia del cristianismo es la historia de la variedad, dentro de la unidad. El Espiritu Santo, a lo largo de los siglos, ha promovido la encarnación del Evangelio en personas, en movimientos y en culturas muy distintas. La aceptación del Evangelio, con sus ideales y exigencias, siempre ha llevado a muchas incarnaciones cuyo efecto es tanto diversificar como unificar. El Evangelio diversifica a los hombres, sin dispersarles; los une, sin uniformarles. Una variedad siempre mayor, una unidad siempre en crecimiento: ese es el plan de Dios.
            Se nos ha dado un modelo de la relación unidad-variedad mas accesible que la Trinidad. Lo encontramos en la Encarnación. No es solo que los extremos unidos en la Persona de Jesucrsito - la naturaleza divina y la naturaleza humana - son totalmente diversos, sino que en la Humanidad de Jesus - infinitamente rica - , la humanidad particular y concreta de cada hombre puede y debe encontrar el punto de referencia, tanto para su desarrollo personal como para su desarrollo en relación con los demas.
            Dios se hizo Hombre para todos los hombres. Jesucristo alcanza a cada hombre con su gracia salvadora, para salvar a cada alma en concreto, para salvar a cada humanidad en concreto, y para congregar a todos en una variada unidad. En la medida en la cual cada uno responde a la llamada de Cristo - "revistiendose de Cristo" (cfr. Gal 3:27) - , su humanidad, no solo se redime, sino que crece, se desarrolla, se hace mas distintiva, mas propia. Cada hombre, de esta manera, llega a ser mas verdaderamente humano, mas verdaderamente él mismo. Se diferencia mas de los demas y, a la vez, llega a ser mas uno con ellos.
Unidad, diversidad, santidad
            Los santos son los grandes ejemplos de este principio y de este proceso, de esta identificación con Cristo que une y diversifica. Conocer la vida de los santos ayuda a entender las riquezas del operar de Cristo. Los santos son tan variados, tan distintos; y, sin embargo, tan unidos. Cada santo encarna el espiritu de Cristo de una manera particular. Cada uno representa un camino real que lleva al - y parte del - mismo centro. Cuanto mas se acercan a Cristo, mas llegan a ser auténticamente "ellos mismos". La personalidad distintiva de cada uno se profundiza y se intensifica y, a la vez, adquiere un elemento de universalidad: llegan a ser mas auténticamente uno con los demas.
            En un capitulo anterior empleamos el concepto de la "triple dimensionalidad" para ilustrar como el verdadero pluralismo teologico es consecuencia de contrastes armoniosos: como es el resultado - sencillo y natural - de contemplar la Verdad viva de Cristo desde distintos angulos. Ahora, quizas, cabe decir que la Vida de Cristo, tal como El la vive en sus santos, tiene un aspecto "multi-dimensional". Cada santo encarna un aspecto concreto, o varios aspectos concretos, del espiritu de Cristo, y de este modo ayuda a ilustrar la riqueza de su totalidad.
            Se nos narra la vida de Cristo no solo en las paginas de los Evangelios, sino también en las vidas de los santos. Cuanto mejor comprendemos el modo concreto en el que cada santo imito a Jesucristo, mejor comprenderemos a Jesucristo. Cuanto mas amamos con el corazon de cada santo, mas amaremos a Jesucristo.
            Contemplamos la labor multiforme del Espiritu diversificador no solo en las vidas concretas y contrastantes de los santos, sino también en las fundaciones que muchos de ellos hicieron. De esta manera, inauguraron nuevas espiritualidades y movimientos apostolicos que habian de cambiar y enriquecer un sinfin de vidas. La Iglesia quedaria empobrecida si esta amplia variedad de carismas se perdiese, o si llegasen a fundirse en un tipo de espiritualidad vaga u homogenea, o en un empeno pastoral difuso.
            Jesucrsto vino a redimir a todos los hombres y a todo lo humano: también las civilizaciones y las culturas, ya que estas también necesitan ser redimidas. Cuando una cultura se abre a las exigencias de la encarnación, crece y se realiza. Y, al florecer, se acentua el caracter que la hace distinta de las demas culturas. A la vez, toda cultura que representa una auténtica encarnación cristiana adquiere un elemento de universalidad, de comunión, de inter-comunicabilidad con los demas. Su particularidad no es impermeable a las demas culturas. Por el contrario, su caracter distintivo lleva consigo un elemento de alcance universal. La reciproca comprensión es algo que se consigue facilmente entre culturas en las que se ha producido una auténtica encarnación cristiana; existe, entre ellas, aprecio, atracción, enriquecimiento mutuos.
            Señala la Lumen Gentium: "En virtud de esta católicidad, cada una de las partes presenta sus dones a las otras partes y a toda la Iglesia, de suerte que el todo y cada uno de sus elementos se aumentan con todos los que mutuamente se comunican y tienden a la plenitud en la unidad" (LG 13).
            Se puede, en consecuencia, formular un primer principio importante. La diversidad no significa la "no-conexion"; significa una "variedad inter-dependiente". La diversidad no-conectada (la diversidad sin la "communio") hay que evitarla.
La ley de la relación variedad-unidad
            La Revelación, en su totalidad, nos comunica la ley de Jesucristo nuestro Salvador. Esta ley, en su aplicación salvadora, siempre sera la ley de la Cruz. Parte integrante de su nucleo central es un principio paradojico, "quien busca su vida la perdera". Palabras verdaderamente desconcertantes que nos advierten que quien piensa seguir un proceso de auto-realización ha de estar vigilante para que no este realmente siguiendo un camino de auto-frustración. Es facil descaminarse, porque es facil equivocarse de camino; el descamino comienza precisamente cuando uno empieza a buscarse a si mismo. Para encontrarse a si mismo - para "realizarse" - , hay que olvidarse de si mismo y buscar a Cristo. Lo que hay que buscar no es la identidad propia, sino la identificación con Cristo. El mensaje que se desprende del evangelio es totalmente explicito en este punto, y se podria parafrasear: "Te encontraras a ti mismo - llegaras a ser tu mismo - cuando te olvidas de ti mismo. No hay otro camino. No busques tu propia identidad. Buscame a Mi" [1]. La excesiva preocupación con el propio yo, una actitud de exagerada protección de la propia identidad o independencia, se interponen entre el individuo y la plena comunión con Cristo.
            Quien rechaza la ley de Cristo o la subordina a la "ley" de sus circunstancias o preferencias personales, se está buscando a si mismo (en el sentido negativo al que apunta la expresión evangelica), y nunca encontrara una verdadera auto-realización. Lo unico que hallara es un ego-centrismo, que le ciñe a si mismo mas y mas, que le hace ser cada vez menos "realizado", menos abierto a la verdadera gracia del Evangelio y a los auténticos valores de los demas, cada vez menos capaz de ser enriquecido por lo que le puede llegar desde fuera.
            La excesiva preocupación por uno mismo tiene como efectos el separarse de Cristo y de los demas, y el dejar a la persona aislada, "incomunicada", encerrada dentro de una "no-comunio" devastadora y, en consecuencia, incapacitada para dar fruto apostolico. Quien no mantiene sus vínculos vitales con Cristo está destinado a una radical esterilidad, por grande que sea su actividad personal: "separado de Mi no podeis hacer nada" (Io. 15:5).
            "Cada uno a lo suyo": parece bastante dificil ver, en esta formula, una norma dada por el Espiritu Santo para la auténtica diversidad católica. ¿Que decir de la idea de que cada uno "tiene el derecho de ser católico a su modo"? Es una expresión de corte individualista, pero podria pasar con tal de que esté destinada a subrayar el derecho de cada uno a ser católico, dentro del modo o camino particular que Cristo quiere para el. De ese modo, y por ese camino, tiene el derecho - y hallara la gracia - para ser católico. Si acaba perdiendo su identidad católica, es que no ha seguido el camino que Cristo le habia señalado.
            Hay muchos modos de ser católico... y muchos de no serlo. No se debe olvidar que "ser católico" tiene un contenido objetivo, como vimos en el capitulo sexto. Los protestantes no son católicos de ningún modo. Los protestantes y los católicos son cristianos, pero de modos distintos. La diferencia que caracteriza el modo protestante de ser cristiano es tan grande que implica una ruptura fundamental de la comunión que Jesucristo quiso para su Iglesia.
Iglesias particulares
            También las iglesias particulares encuentran su identidad -el principio de su vida, salud y desarrollo - al buscar a Cristo. Encuentran a Cristo manteniendo una plena y activa comunión con El presente en la vida y en la fe de la Iglesia universal. Este principio queda fuertemente realzado por el Vaticano II cuando afirma que en la iglesia particular "se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostolica" (CD 11).
            Si una iglesia local fuese tan "particular" que no estuviese vivificada por la presencia activa de la Iglesia universal, si los canales de vida que la enlazan con la fe y el culto liturgico de la Iglesia universal llegasen a bloquearse, estaria en peligro de dejar de ser "iglesia" en el sentido conciliar; dejaria de recibir y de comunicar el pleno caudal del dinamismo de Cristo. Por eso insiste el Concilio en que "la iglesia particular está obligada a representar del modo mas perfecto posible a la Iglesia universal" (AG 20).
            Un particularismo exagerado implicaria una falta de vitalidad universal, recibiendo y dando poco, con el peligro de que al final la rama se separe de la vid. El testimonio de la historia es tristemente claro en este punto, y enseña que quienes permiten que la individualidad o la diversidad se convierta en su preocupación primordial han llegado paulatinamente a considerar la unidad como un factor irritante y, a la larga, intolerable.
            El enfasis que se pone actualmente en la diversidad evitara este peligro si es un enfasis local en Cristo; no lo evitara, en cambio, si es un mero enfasis local en la "propia personalidad". Si es un insistir en lo local por Cristo, sera al mismo tiempo una busqueda local de la "comunio", y el recto orden de valores se mantendra. Citemos una vez mas la Ad Gentes, a proposito de las iglesias particulares: "los obispos, juntamente con su presbiterio, imbuidos mas y mas del sentir de Cristo y de la Iglesia, sientan y vivan con la Iglesia universal. Mantengase la intima comunión de las iglesias jovenes con toda la Iglesia, cuyos elementos tradicionales deben asociarse a la propia cultura, para aumentar con un cierto efluvio mutuo de energias la vida del Cuerpo mistico" (AG 19).
            La des-centralización, dentro del pensamiento eclesial, es un concepto no solo legitimo sino positivo, si se entiende en términos estrictamente administrativos, i.e., si se ve como ejercicio del principo de subsidariedad. Pero desentona de una referencia auténticamente eclesial si se entiende en términos de una "des-universalizacion". La universalidad o la católicidad es una nota eclesial y no un concepto administrativo o una forma burocratica que se puede desechar. Es esencial.
            Localización no debe significar des-universalización, porque si la cultura católica, en un area concreta, llegase a ser tan "local" como para ser totalmente irreconocible para los católicos de otras areas, ¿donde estaria la experiencia de la unidad? Se priva a las personas de la participación en la riqueza de una fe universal si no se sienten unidas con el Pueblo de Dios en otros paises, culturas y epocas.
El camino de la inculturación es Cristo
            Buscarse a si mismo en vez de buscar a Cristo conduce a una via muerta. Esto puede pasar a los individuos y a las comunidades. También puede pasar a enteras civilizaciones o culturas.
            Mientras la sociedad occidental ponga sus esperanzas en el placer y en el confort material, permanecera cerrada a Cristo; y, en la busqueda de unas "auto-realizaciones" tan empobrecidas, perdera su propia alma.
            Lo mismo vale para las sociedades comunistas, con su materialismo explicito y su rechazo formal de Dios. Buscar la propia vida en el servicio del progreso material y en la adoración de un Estado sin Dios, es camino seguro para perderla.
            La posición de las sociedades del Tercer Mundo - mas ricas en valores naturales que los paises desarrollados - no está todavia claramente definida. El maximo peligro que parecen correr es el de que sus valores y sus reservas espirituales sean aniquiladas por el materialismo "desarrollado". Confiamos en que la Providencia divina no lo permitira, pero es bueno detectar el peligro.
            El Evangelio, recien plantado todavia, puede llegar a enraizarse firmemente en el suelo y en la tradición nativos, tomando de lo mejor que tienen, redimiendo y preservandolo, purificando y elevandolo: ese es el auténtico proceso de inculturación tal como viene descrita en el Decreto sobre la Actividad Misionera de al Iglesia (AG 9) y en la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Moderno (GS 58). Esta inculturación es el resultado natural y progresivo de la verdadera evangelización, de enfrentarse con el auténtico reto del Evangelio, olvidandose de uno mismo en el servicio de Cristo y, en consecuencia, hallandose a uno mismo.
            Una vez mas, la referencia a la santidad nos senala el camino. Los santos llegaron a ser tan ricos de personalidad precisamente porque se mantuvieron sin ninguna preocupación en cuanto a su propia personalidad. Su meta no era ningún tipo de "auto-desarrollo"; su meta era Cristo, y llevar a los demas a Cristo. Asi también ha de ser con las culturas. Si Cristo (y la evangelizacion) es su constante punto de referencia y meta, se desarrollan en toda su potencialidad y riqueza. Pero existe el peligro de poner la cultura - el propio patrimonio, la propia personalidad - primeros. Olvidarian entonces que el Evangelio viene primero, que el Evangelio da la clave a la cultura, y le permite hallar sus valores mas profundos; y que no es al reves.
            Si se han de "consolidar, perfeccionar y restaurar en Cristo" los valores mas profundos de cada cultura indigena (cf. GS 58), esta tarea solamente podra ser llevada a cabo por personas profundamente formadas en los valores del Evangelio y en la entera herencia y tradición de la Iglesia. Solo quienes posean una visión católica y hayan asimilado una manera católica de pensar, sabran llevar a cabo una auténtica inculturación de acuerdo con la mente de Cristo. Ahondar en las condiciones presentes o en la historia pasada de una localidad no sera suficiente, sin mas, para la inculturación. Es necesario poseer ademas la formación y la capacidad para poder mirar a las culturas católicas de otros lugares y tiempos. Solo unas mentes universales sabran particularizar de una manera genuinamente católica.
            Los santos, tan distintos los unos de los otros, eran tan entrelazados entre si porque cada uno poseia lazos profundos con Cristo. La inculturación "entrelazada" es prueba de católicidad. Una inculturación realizada en el aislamiento puede, en el mejor de los casos, desembocar en la esterilidad, también desde el punto de vista apostolico.
            Una inculturación excesivamente preocupada por si misma tiende a crear una mentalidad introspectiva, que podria traer consecuencias serias para toda la Iglesia y para su misión en el mundo. La Ad Gentes desea que las iglesias autoctonas, al "llevar una vida plenamente cristiana, contribuyan, en la parte que les corresponde, al bien de toda la Iglesia" (AG 6). Esto encierra especial importancia para la tarea de la evangelización. El mundo contemporaneo, y de modo especial el mundo occidental, tiene necesidad de nuevos evangelizadores. Todo hace creer que deberian venir de los pueblos del Tercer Mundo, sobre todo de Africa, ya que estos pueblos poseen los naturales recursos espirituales que - puestos al servicio del Evangelio - pueden llevar a la humanidad de nuevo a Cristo. Pero las posibilidades evangelizadoras del Tercer Mundo podrian quedar frustradas si la inculturación en estos paises se hiciera demasiado introspectiva. Los cristianos demasiado preocupados por si mismos no lograran convertir a sus vecinos o coetaneos no-cristianos. Las comunidades cristianas dadas a la introspección no evangelizan a las sociedades paganas que las puedan rodear.
Amar de preferencia hacia la unidad
            Una consideración de la dinamica de las relaciones entre la unidad y la diversidad hace resaltar dos puntos:
            1) Es mas facil promover la diversidad que la unidad. Los hombres tienden mas facilmente a separarse - yendo cada uno por su lado, o formando grupos cerrados - que a reunirse en un todo armonioso. La historia nos presenta mas ejemplos de como la variedad destruye la unidad que de como la unidad ahoga la variedad. Tan solo la Iglesia católica ha sabido la oposición entre la unidad y la variedad, para armonizar ambas y hacerlas crecer juntas.
            Hay que amar las dos: la unidad y la variedad. Pero, repetimos, hay que amar la unidad mas, porque es mas fragil: mas facil de romper, y mas dificil de restaurar. La unidad cristiana, la unidad eclesial, es moral y voluntaria; no se puede imponer; y, si no se ama, no se mantiene.
            El Senor no dijo a sus apostoles que fuesen diferentes: sabia que las circunstancias mismas de la vida se encargan de que los hombres sean diferentes. Les dijo que estuviesen unidos, porque esto no saldria solo: tendria que ser una preocupación primordial entre ellos y entre sus sucesores.
            La diversidad tiende a venir sola; pero si le falta dirección o control, corre el riesgo de convertirse en divergencia y división. La unidad no viene sin esfuerzo. Por tanto, si nos vemos obligados a escoger, debemos anteponer la unidad a la diversidad, de la misma manera a como debemos anteponer la "communio" al pluralismo. Si buscamos primero la unidad del Reino del Padre, todo lo demas - la variedad de familia también - se nos dara por anadidura. La riqueza de la identidad personal, el pluralismo armonioso, el vigor de la cultura local, la fuerza evangelizadora: todo eso es consecuencia de la busqueda de la comunión en Cristo.
            Los no católicos no quedan removidos si nos ven diferentes (ya lo somos; y lo ven), pero sí quedan impresionados si nos ven unidos: ésta es, precisamente, la diferencia que puede atraerles. La Iglesia - local y universal - siempre ha de ser, para los hombres, signo y promesa de la unidad: esa meta grande y ardua que los hombres buscan, pero que solo encuentran en Cristo.
            2) La unidad y la variedad son valores inestimables; pero también son valores dificiles de combinar. Sin una gracia especial y sin la docilidad a esa gracia, aparecen los peligros a los que aludimos al comienzo de este capitulo: la unidad que ahoga la legitima variedad e impone la uniformidad; o la variedad que llega a ser centrifuga y acaba en la fragmentación. Hay que estar vigilantes contra ambos extremos; pero éste ultimo es mas peligroso.
            El equilibrio entre unidad y diversidad habra de dar lugar a cierta tensión. Pero no se deben exagerar esas tensiones ni verlas necesariamente bajo una perspectiva negativa. Hay tensiones que no solo son senal de vida sino que de hecho contribuyen a esa vida. Este es un principio que tiene su aplicación también en las estructuras. Hay tensiones estructurales que rompen y deshacen; y hay otras que mantienen la estructura.
            Si el amor hacia Cristo es lo que predomina, la unidad y la diversidad - en Cristo - son expresiones del mismo amor, son fuerzas que tiran en la misma dirección. Amar la unidad sin amar la variedad, o amar la variedad sin amar la unidad, seria tanto como amar a Cristo de un modo defectuoso.
            Lo mismo habria que decir, con mayor energia aun, de quienes ven esta tematica en términos de una "lucha por el poder" entre un partido centralizado - favorable a la unidad - y una serie de partidos locales, favorables a la diversidad. Esto significaria dividir y desmembrar a Cristo. Implicaria considerar cabeza, manos y corazon enfrentados los unos contra los otros. Seria pasar por alto el modo divino - con sus claros reflejos trinitarios - propio de la constitución de la Iglesia. La Iglesia católica no es una federación de iglesias semi-autonomas; la Iglesia católica es la unidad de las iglesias particulares. Cada iglesia particular es la Iglesia católica, con tal de que mantenga sus vínculos de unidad vital y amorosa con la Cabeza y con los otros miembros.
Un carisma al servicio de la unidad y de la variedad
            Jesucristo quiso que su Iglesia fuese ricamente diversa y, a la vez, plenamente unida. ¿Que hizo para asegurar que fuese asi a lo largo de los siglos? Dio a sus discipulos un encargo evangelizador - id y ensenad a todas las naciones - que habria de llevar a la expansión universal de su mensaje. Esto, de por si, favorecia la diversidad. Las lenguas del dia de Pentecostes ya expresaban esa variedad católica que es obra del Espiritu Santo. ¿Pero, que es lo que Cristo hizo para asegurar la unidad?
            Nos dio esa norma de buscarle a El y de olvidarnos de nosotros. Esta es una ley fundamental que debe de operar desde dentro de cada individuo y en cada comunidad local. Es una ley que no se puede imponer; pero que - pensandola bien - se puede comprender; y, con un esfuerzo constante, se puede vivir. La adecuada comprensión y la voluntaria aceptación de esta ley, de parte de todos los fieles, es una condición esencial para el desarrollo dinamico de una unidad-diversidad.
            ¿Que hizo el Senor en el nivel institucional? Nos dio la jerarquia: el Romano Pontifice y los obispos. La "diakonia" jerarquica es un servicio carismatico hacia la unidad y hacia la variedad.
            Algunos afirman que un papel principal de los obispos (y de las Conferencias Episcopales) seria defender la diversidad local o regional contra la tendencia centralista y uniformista de Roma. No es asi. De hecho la tesis contiene un doble error. Pasa por alto el hecho de que el Romano Pontifice, que debe ciertamente velar por la unidad, no ha de buscar la uniformidad (y en la actualidad evidentemente no la está buscando). Pero también pasa por alto que la responsabilidad principal de cada obispo local es defender y mantener la integridad de la fe y de los vínculos de la comunión eclesial universal. Esta ha sido la esencia del papel del obispo desde los tiempos apostolicos [2]. El Concilio Vaticano II volvio a enseñar que "deben todos los obispos promover y defender la unidad de la fe y la disciplina comun de toda la Iglesia, e instruir a los fieles en el amor de todo el Cuerpo mistico de Cristo" (LG 23); "de tal manera santifiquen las iglesias que les han sido confiadas, que en ellas resplandezca plenamente el sentir de la Iglesia universal de Cristo" (CD 15).
            Dentro de cada iglesia particular, se encuentran presentes multiples factores que fomentan la diversidad. De ellos, algunos son buenos; otros, no tanto. Y es oficio y deber del obispo, también dentro de esta situación, defender los derechos de los fieles de su diocesis. Esto significa sin duda que debe respetar la debida libertad de quienes buscan una legitima variedad; y, si se diera el caso, les deberia proteger - con los medios adecuados - de posibles abusos desde arriba. Pero también significa que debe defender los derechos del resto de los fieles que le han sido encomendados contra los abusos que vienen desde abajo, y de modo especial contra la actividad abusiva de quienes promueven una diversidad que daña o rompe la "communio" eclesial.
            Los obispos, por tanto, han recibido la misión jerarquica de proteger la comunión católica de la Fe. En la cima de la jerarquia, Jesucristo dio un don especialismo para que fomentara y protegiera el crecimiento unido y variado de su Iglesia: la Sede de Pedro.
            El Decreto conciliar sobre el Ecumenismo afirma que Jesucristo "eligio a Pedro... y le encomendo, despues de la profesión de su amor, el confirmar a todas las ovejas en la fe y el apacentarlas en la perfecta unidad" (UR 2). La Constitución Dogmatica sobre la Iglesia, hablando de la relación de la Santa Sede con el resto del episcopado, afirma: "para que el mismo episcopado fuese uno solo e indiviso, Jesucristo puso al frente de los demas Apostoles al bienaventurado Pedro e instituyo en la persona del mismo el principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de fe y de comunión" (LG 18). La misma Constitución Dogmatica, hablando de la relación de la Sede de Pedro con las iglesias particulares, afirma que "protege sus diferencias legitimas y simultaneamente vela para que las divergencias sirvan a la unidad en vez de dañarla" (LG 13).
            Pensar que la unidad es la unica preocupación de la Santa Sede y considerar, en consecuencia, que es una fuerza hostil a la variedad, seria desconocer su carisma y su función, pues la misión de la Sede de Pedro es velar tanto por la unidad católica como por la variedad católica.
            Es verdad que si surge un conflicto entre los dos valores, la Sede Apostolica indudablemente debe responsabilizarse, en primer lugar, de la unidad, ya que es el valor mas fragil, ademas de ser, como ya se ha recordado, el mas directamente querido por Jesucristo. En caso de conflicto, sera facil responder positivamente a las directrices de la Santa Sede segun la medida del amor que se posee hacia la Iglesia, de la fe que se tiene en el don que Cristo hizo a Pedro y de la conciencia de que toda iniciativa, para encarnar auténticamente el evangelio, debe de ser tanto católica como particular o local. El carisma para poder juzgar con acierto en este punto ha sido comunicado precisamente al Romano Pontifice.
Amor hacia la Iglesia
            La Iglesia, una y diversa, es por naturaleza un cuerpo voluntario: se compone de personas que le pertenecen porque quieren. El Señor nos da la gracia para vivir juntos y en comunión dentro de este Cuerpo. Pero es siempre la libre elección de cada miembro la que le mantiene unido a la Cabeza y al Corazon. Cada miembro debe sentir el gozo de la dirección que recibe de la Cabeza (la unidad que guia la variedad), lo mismo que sentira el gozo de su propio actuar, considerado tanto en si como en la contribución que representa a la vida y a la salud del entero Cuerpo (la variedad que da expresión a la unidad).
            La unidad coordina el dinamismo de la variedad; la variedad manifiesta el dinamismo de la unidad. Estas facetas complementarias de la vida de la Iglesia hacen resaltar su poder y su belleza. Al par que contemplamos estas facetas, la Iglesia se nos presenta como mas singular, perfecta y amable.
            Este habria de ser el resumen y la conclusión de toda eclesiologia. La Iglesia hoy tiene una profunda necesidad de ser amada. O, mejor, somos nosotros quienes tenemos una profunda necesidad de amar la Iglesia, porque solo con un auténtico amor -un amor apasionado - hacia la Iglesia, se puede llevar a cabo una auténtica labor de renovación.
            Amor hacia la Iglesia: también hacia la Iglesia institucional. El pensamiento dominante que ha inspirado las paginas de este libro es que la Iglesia - institucional, visible, jerarquica - es un don divino a traves del cual la Verdad y la Gracia y la Voluntad de Jesucristo - amable pero exigente - nos llegan en toda su fuerza y eficacia.
            Si se contempla la Iglesia bajo esta luz, se la reconoce como verdaderamente amable, a pesar de los defectos de los hombres que la componemos. No debemos amar estos defectos, pero sí debemos fiarnos de Cristo presente y operante (con la logica de la Encarnación y con la ley de la Cruz) a traves también de esas deficiencias.
            Amor hacia la Iglesia. Amor hacia la Santa Iglesia, porque la Iglesia - a pesar y por encima de los defectos de los hombres - es santa. Y lo es no porque nosotros seamos santos sino porque Cristo la hace santa. Si se nos ha abierto a nosotros también la posibilidad de ser santos, es porque Jesucristo a traves de su Iglesia nos santifica.
            Amor hacia la Iglesia. Amor hacia la Iglesia nuestra Madre. El Senor quiere que lleguemos a ser como niños; si no, no entraremos en el Reino de los Cielos (Mt 18:3). Quiere que aprendamos a vivir como niños dentro de la misma familia. Quiere que nos salvemos de una manera familiar, con vínculos de familia, con lealtad y responsabilidad familiares, y bajo una autoridad familiar.
            Para esto, nos hace falta una madre. El Señor nos ha legado dos: la Santisima Virgen y la Iglesia. Y es Maria misma, "modelo del amor maternal" que inspira la misión de la Iglesia (LG 65), quien nos acerca a nuestra Madre la Iglesia. Es designio de Dios que, dentro del calor y de la unidad familiares, nuestra buena y santa Madre la Iglesia nos enseñe a portarnos - en nuestro trato mutuo - como verdaderos hermanos y - en nuestro trato con Dios - como verdaderos hijos, sin perder jamas de vista aquella frase de San Cipriano: "nadie puede tener a Dios como Padre si no tiene a la Iglesia por Madre". No amar a la Iglesia seria señal clara de haber perdido la identidad católica. A fin de cuentas, solamente los hijos desnaturalizados no aman a su madre.
            Nuestra santa Madre la Iglesia se enfrenta, en la actualidad, con la no facil tarea de criar a unos hijos que parecen particularmente dotados de turbulencia e indisciplina. ¡Cuanto importa que nosotros pensemos menos en hacer, cada uno, "su" cosa, y mas en la vida de familia! Tenemos que vivir mas dentro de la comunión familiar, renovando nuestro sentido de familia, con la alegria de pertenecer a un unico hogar lleno de lealtad y servicio y afecto mutuos. Un hogar donde hay muchos hijos y, como resultado, necesariamente tiene que haber diferencias de caracter y opiniones. Sin embargo, estas diferencias nunca deben de ser un amenaza a la unidad de la familia; los hijos han aprendido a amar a la familia demasiado como para permitirlo y siempre que sea necesario, acuden a su Madre porque Ella sabe arreglarlo todo.
            Ella posee la ciencia, la experiencia, el amor, la firmeza - y la asistencia divina - para proteger la herencia familiar de calor y sabiduría para sus hijos de hoy, lo mismo que hizo para los de ayer y que hara para los de mañana - para sus hijos de todos los lugares y todos los tiempos - porque es designio de Jesucristo que todo el mundo entre a formar parte de esta familia.
            Que nuestra Madre Maria nos enseñe a amar a nuestra Madre la Iglesia.
NOTAS
[1] "Nadie se libra por si mismo, con sus fuerzas propias, del pecado, ni se eleva sobre si mismo; nadie se ve enteramente libre de su debilidad, de su soledad y de su servidumbre, sino que todos tienen necesidad de Cristo, modelo, maestro, liberador, salvador y vivificador" (AG 8).
[2] En la ceremonia de su ordinación episcopal, cuando el nuevo obispo recibe el anillo episcopal, el obispo consecrante le dice: "Toma este anillo, sello de tu fidelidad. Con fe y amor protege la Esposa de Cristo, su santa Iglesia". En la misma ceremonia, hace una profesión publica, delante del pueblo, de su firme voluntad "de mantener el deposito de la fe, entera e incorrupta, tal como nos ha llegado de los apostoles y profesado por la Iglesia en todas partes y en todos los tiempos"; y también de "edificar la Iglesia como el Cuerpo de Cristo, y mantenerme unido a Ella, dentro del orden episcopal, bajo la autoridad del apostol Pedro" (cf. Los Ritos de la Iglesia Católica).