En el capitulo anterior hemos tratado del derecho al disenso, a la luz del principio de que "los derechos derivan de la naturaleza". La aplicación de este principio a los sacerdotes reviste particular importancia. Implica que los sacerdotes poseen los derechos que se correspondan con la naturaleza del sacerdocio católico y no los que vayan contra ella.
Para examinar este punto, partimos de que el sacerdocio católico es ministerial por naturaleza: ha sido instituido para servir. El sacerdote ha sido elegido - y el mismo se ha presentado - para servir. Tiene, por consiguiente, el derecho de servir y el derecho a todas aquellas cosas que hacen posible su mejor servicio a Dios y al pueblo de Dios.
Para el sacerdote servir no es sólo un derecho sino también una obligación, porque también las obligaciones derivan de la naturaleza [1]. La libre aceptación de la llamada al sacerdocio implica también la libre aceptación de las obligaciones que acompañan al sacerdocio; por ejemplo la obediencia (can. 273) o el celibato (can. 277). Por lo que se refiere a la misión de enseñar, el sacramento del orden confiere el derecho a enseñar, pero no el derecho a enseñar cualquier cosa o a enseñar como se quiera. Por el contrario, este derecho queda condicionado por la obligación - libremente asumida - de enseñar aquello que el Magisterio presenta como la auténtica doctrina católica. Bajo el titulo "Del Ministerio de la Palabra Divina", el libro III del Codigo de Derecho Canónico afirma que "ha de proponerse integra y fielmente el misterio de Cristo en el ministerio de la palabra, que se debe fundar en la sagrada Escritura, en la Tradición, en la liturgia, en el Magisterio y en la vida de la Iglesia" (can. 760).
Los derechos y las obligaciones están interconectados. Se condicionan entre si mutuamente, no solo en la misma persona sino también entre personas diferentes. Si el sacerdote tiene especial obligación de servir es porque otras personas - el resto de los fieles cristianos - tienen un especial derecho a su servicio. Esta es la razon por la que el disenso en cuestiones de fe o moral no es nunca, en el caso del sacerdote, una cuestión puramente personal. "Disentir" de la doctrina católica, en el caso de un sacerdote, acarrea necesariamente consecuencias no solamente en su fe personal y en su comunión con Cristo, sino también - y de modo especial - en la fe y en la vida de aquellos a quienes está llamado a servir. Los derechos de éstos pueden quedar violados por ese disenso.
El derecho a recibir orientación y consejo
No todos los sacerdotes pueden dictar leyes. Propiamente hablando, solo el Papa y los obispos pueden dictarlas; e, incluso en ellos, el poder de legislar esta sujeto a grandes limitaciones ya que no pueden emitir leyes que vayan contra la ley natural o la ley dada por Cristo. Son, fundamentalmente, guardianes y servidores de la ley de Cristo.
No todos los sacerdotes, por tanto, pueden dar origen a la ley. Todos, sin embargo, son guias de la ley, en el sentido de que todos tienen la misión de conducir y orientar a los fieles en lo que a esa ley se refiere, y los fieles tienen el derecho de hallar en cada sacerdote un guia seguro y cualificado en cuanto a la ley de Cristo y de la Iglesia. Esto es lo que los fieles esperan del sacerdote.
Algunos ejemplos tomados de la sociedad civil pueden ayudar a ilustrar esta cuestión. ¿Que es lo que se espera de un medico? Que conozca a fondo la medicina y que la aplique adecuadamente. Nadie desea que el medico le trate como un conejillo de indias para experimentar en el las ultimas teorias que haya oido en un congreso de Medicina o que haya leido en una revista especializada.
No solamente se espera esto de un medico: se tiene ese derecho! Si un paciente acude a un hospital y se pone en manos de los medicos, tiene derecho a una atención medica seria y adecuada. Si le sometieran a una experimentación medica sin su consentimiento, si su salud sufriera a raiz de una practica medica deficiente, sus derechos habrian sido violados y podria presentar una demanda judicial por daños y perjuicios.
Es precisamente para proteger el derecho de los particulares a recibir un tratamiento medico correcto que se han establecido las Facultades de Medicina; por eso se vigilan las enseñanzas que se imparten en estas Facultades, a fin de que sirvan para formar medicos realmente competentes, y no aficionados o curanderos.
Competencia profesional
En nuestros dias todos sienten la necesidad de contar con profesionales cualificados y especializados en areas en las que los propios conocimientos son insuficientes o nulos. Se acude a un arquitecto porque se cree que sera experto en la construcción de casas; se acude a un mecanico confiando en que sabe de motores; se solicitan los servicios de un abogado presuponiendo que conoce bien las leyes del pais. Puede pasar, por ejemplo, que alguien haya propuesto al cliente del abogado un negocio con todas las apariencias de que puede ser lucrativo. Ha despertado su interes, pero duda de la legalidad de algun aspecto del posible negocio. Acude al abogado y le pregunta: ¿está esto dentro de la ley o no? Consulta al abogado y presupone que éste sabra darle un juicio sobre el aspecto juridico. Si el abogado no conociera la ley, le tendria por incompetente.
Lo que se espera del profesional es algun consejo concreto: esta casa se puede contruir de esta manera o no; este motor tiene arreglo o no; esto es legal, o es ilegal. Lo que se busca es conocimiento y competencia profesionales.
"Preguntad a los sacerdotes"
Si se escucha la predicación de un sacerdote, o se acude a el en consulta personal, es porque se considera que él también posee unos conocimientos profesionales. El sacerdote, a fin de cuentas, es un profesional en su propio campo. La razon por la que se ha formado para el sacerdocio no es para satisfacer su curiosidad personal o su inquietud intelectual, ni para adquirir unos conocimientos para uso propio, ni siquiera para acercarse, el solo, a Dios, sino para estar en condiciones de servir a los demas, dentro de los campos especificos de su competencia profesional. Y, en términos de conocimientos profesionales, su campo es el Evangelio, la doctrina de Cristo, la ley de Dios y de la Iglesia.
El sacerdote, en su conocimiento profesional, no considera todo como cierto. Pero debe saber qué es lo cierto en materia de fe y presentarlo como cierto; y saber qué es opinable y presentarlo como tal. En materia de moral y conducta debe saber qué es lo que está de acuerdo con la ley de Cristo y de la Iglesia y qué es lo que la infringe.
La gente se plantea cuestiones de fe y de moral; y en la Iglesia y en sus sacerdotes ve un guia. Tiene el derecho de recibir, de ellos, aclaración a sus dudas y una respuesta a sus preguntas.
"Interroga sacerdotes legem", leemos en el profeta Ageo (2:12): interrogad a los sacerdotes, pidiendoles aclaración sobre la ley; y los sacerdotes dieron una respuesta. Asi, efectivamente, el canon 762 afirma: "el pueblo de Dios se congrega ante todo por la palabra de Dios, que tiene absoluto derecho a exigir de labios de los sacerdotes" (cf. can. 213).
Los fieles quedan decepcionados si un sacerdote afirma: "Yo no se lo que está bien o está mal" en materias en las que deberia saberlo, porque deberia poseer la doctrina que Cristo ha revelado y que, hablando con voz viva por medio de su Iglesia, comunica para la orientación de los hombres. Los fieles esperan que los sacerdotes, como el propio Cristo (Mat, 7:29), hable con autoridad en aquellas materias en las que la Iglesia habla con la autoridad de Cristo.
¿Decidir por otros?
Algunos sacerdotes parecen resistirse a dar claras orientaciones, con la excusa de que esto significaria imponer un punto de vista a los demas, o tomar una decisiión por ellos. Ahora bien, un arquitecto no impone un punto de vista al cliente cuando le indica que es posible, o no, contruir un edificio de diez pisos en un determinado solar. Un abogado no está forzando a su cliente a adoptar una determinada decisión cuando le informa de que el negocio que le han propuesto o que está pensando emprender va contra la ley. Ni tampoco lo hace el mecanico cuando avisa al proprietario del coche que los frenos están mal y que pueden fallar en cualquier momento. Es siempre el cliente el que acepta o rechaza la opinión profesional; es él quien libremente decide lo que va a hacer. Cuando acudió al experto, lo hizo para obtener mas información - información fidedigna - para estar en condiciones de tomar una decisión personal, madura y prudente.
Cuando un viajero, en un cruce, pregunta a un guardia de trafico, cual es la carretera para una determinada ciudad, no siente que se le está imponiendo algo cuando el guardia se la señala; ni cree que el guardia ha decidido "por el", quitandole la responsabilidad por la decisión. Por el contrario, se siente mas seguro, siente que ahora puede viajar con mas libertad porque posee unos conocimientos de los que antes carecia. Ahora se encuentra en condiciones de decidir con mas libertad de la que poseia en su anterior estado de incertidumbre (Si hubiese preferido permanecer en un estado de incertidumbre, está claro que no habria preguntado acerca del camino. El ejemplo es pertinente: quienes no les interesa la doctrina de la Iglesia, no vienen a buscar información sobre ella. Quienes si vienen a buscar esa información, tienen derecho a recibirla).
Si el agente de trafico hubiese respondido a la pregunta del viajero: "?El camino de Santiago? Lo siento; no tengo la menor idea", probablemente le habrian entrado ganas, al viajero, de sentarse y escribir una carta a la Prefectura de Trafico, quejandose de la ignorancia e incompetencia de aquel agente, y pidiendo que velasen para que sus empleados estuviese en condiciones de cumplir su deber de ayudar a los viajeros que circulan por las carreteras.
"Tu, sigue tu conciencia"
No es dificil imaginar que tipo de carta o denuncia se escribiria si la respuesta fuera: "?El camino de Santiago? Si, lo se. O, al menos, La Prefectura de Trafico - para la cual trabajo - dice que lo sabe. Pero, lejos de mi de condicionar su libertad dandole ninguna indicacion! Vamos, Vd. ya tiene la madurez suficiente para decidir por su cuenta. Vd. no haga mas que seguir su conciencia: ese es mi consejo..."
Tal vez el ejemplo es un poco exagerado pero, por desgracia, describe en parte la manera en que algunos sacerdotes cumplen con su función de guias, tanto en su predicación como en la orientación y consejo privado que imparten a los fieles en consultas personales, en la rectoria o en el confesonario. Por lo tanto, me gustaria realizar aún algunas puntualizaciones acerca del no infrecuente consejo pastoral de "Siga Vd su propia conciencia".
a) cuando se indica a una persona que siga su conciencia, no se le está sugiriendo que haga lo que le venga en gana. "Sigue tu conciencia" no equivale a "haz lo que quieras". De ningún modo! "Sigue tu conciencia significa: "haz lo que tu conciencia, escuchada con toda sinceridad, te diga que es recto y justo. Evita lo que tu conciencia, oida con igual sinceridad, te diga que erroneo y malo"... Y como sabemos por experiencia que no pocas veces nuestra conciencia nos recuerda que aquello que querriamos hacer es malo, seguir la propia conciencia resulta a menudo un tarea verdaderamente dificil [2]. La persona que sigue sinceramente su conciencia tiene con frecuencia la sensación de ir en una dirección que en gran parte quisiera no seguir (cfr. Conciencia y Libertad, p. 49);
b) "sigue tu conciencia", en tanto que consejo es, en cualquier caso una no-contribución. No resuelve nada, precisamente porque no dice nada nuevo. La Iglesia ha enseñado siempre que cada uno debe seguir su conciencia: que cada uno queda moralmente obligado a hacer lo que cree que es bueno y a evitar lo que cree que es malo;
c) y eso es precisamente aquello de lo que la gente no se siente segura; y esa es precisamente la razon por la que van en busqueda de consejo. Y de aqui las constantes preguntas dirigidas a los sacerdotes: "Que está bien? Que está mal?", insisten. "Que es lo que la agrada a Dios y lo que le desagrada? Que es lo que nos puede conducir al Cielo y lo que nos aparta de el? No tiene la Iglesia nada que decir sobre esta cuestión concreta que ahora me procupa? No tiene ninguna ayuda o consejo que darme?... Me he dirigido a Vd. porque es sacerdote, y presupongo que sabe de estos temas. O es que sus estudios no le han enseñado nada a este respecto?"
Si la respuesta habitual de los sacerdotes a quienes se pide consejo sobre problemas morales viene a ser "siga su conciencia", para que consultarles? Tal respuesta no tiene ningún valor.
"Pero, ¿como puede Vd decirme que siga mi conciencia si mi conciencia me llevó precisamente a Vd.? ¿De que me sirve que Vd me aconseja que siga mi conciencia, si mi conciencia no me aconseja nada? Es porque tengo una conciencia perpleja, porque dudo ante esta situación, por lo que he venido a Vd con la esperanza de que Vd sí sabria"...
En un ultimo analisis, la no-contribución de "siga Vd. su conciencia" puede reducirse a una formula para salir del paso, una fácil via de evasión para no hacer frente al propio deber de dar a los fieles el consejo al que tienen derecho.
"Pero... el sacerdote no tiene ni la misión ni el derecho de pensar por los demas..." Es cierto, si por ello se entiende que no tiene derecho a tomar decisiones por los otros. Pero si una persona acude a un sacerdote precisamente porque no se encuentra en condiciones para decidir, porque no puede ordenar los elementos intelectuales de que dispone de modo tal que le haga ver con claridad las consecuencias morales, entonces el sacerdote puede y debe ayudarle a distinguir los límites eticos del tema. Una vez que la persona ha aclarado su pensamiento y encontrado su orientación moral, toma su propia decisión al respecto. El sacerdote no ha tomado decisión alguna por el sino que, desde su situación de conocedor de la materia le ha proporcionado sencillamente la información tecnica que buscaba como premisa de su decisión personal.
Una cierta confusión sobre este punto parece afectar a algunos sacerdotes. Justifican su resistencia a dar un consejo moral concreto con el argumento de que quieren que los fieles sean cristianos "maduros", sin miedo a enfrentarse con sus responsabilidades personales. Esto es un pseudo-argumento: un analisis mas certero de la cuestión induce a pensar que es precisamente el sacerdote que asi actua quien no quiere enfrentarse con sus propias responsabilidades y parece temer el ejercicio de la función de guia cualificado que Cristo le ha confiado y que el pueblo cristiano espera encontrar.
Un ministerio compasivo
Todo esto no quere decir que la Iglesia o sus sacerdotes hayan de tener una respuesta prevista para cada situación moral concreta. Hay ocasiones en las que el sacerdote puede y debe negarse a dar un consejo concreto, y limitarse a contestar: "Yo no puedo ofrecer un dictamen moral exacto para todos los detalles del caso que Vd me ha planteado. Al final, Vd tendra que juzgar por si mismo".
Esto puede ocurrir, por ejemplo, en materia de justicia (cfr. Luc. 12, 13-14), porque a veces la medida exacta de lo justo o lo injusto es dificil de determinar. Si un empleado ha desfalcado un dinero a la compañia en la que trabaja y quiere restituir, pero no está seguro de la suma que deberia ser restituida dado que piensa - y correctamente, a lo que parece - que la compañia le ha negado injustamente ciertos aumentos de salario, el sacerdote no tiene que determinar la suma precisa que ha de ser restituida. En tal caso, puede y debe responder a la persona que le consulta que decida por su cuenta, que siga su propia conciencia.
Pero nunca sera licito dar ese consejo en materias fundamentales y claras de moralidad. Ningún sacerdote puede decir, "Siga su conciencia" si la consulta de la persona que ha acudio a el versa sobre la posibilidad de cometer homicidio o estupro o adulterio, por ejemplo. Y lo mismo si la consulta es sobre relaciones sexuales prematrimoniales o si se trata de la utilización de anticonceptivos.
La fidelidad a todos los aspectos de su ministerio pastoral exige que el sacerdote sea claro para con los fieles a quienes sirve: "Eso está mal. Eso es pecado grave..." Donde está la compasión en todo esto? Precisamente en el hecho de que si se ayuda de este modo a los fieles a tener conciencia clara de sus pecados y a arrepentirse verdaderamente de ellos, pueden alcanzar el perdon, una y otra vez: todas las veces que haga falta. Y asi, en el Sacramento de la Penitencia encuentran de continuo la incansable misericordia divina. La compasión en el ministerio pastoral es perfectamente compatible con la claridad en la doctrina. El mismo Señor nos lo demostro, por ejemplo, en su forma de tratar a la mujer adultera (Joann. 8).
Es falsa la compasión de un sacerdote que calla la objetiva gravedad del pecado. Podria compararse a la de un medico que, para evitarle posible angustia, le oculta a un paciente el hecho de que padece una grave enfermedad. Es verdad que la compasión del medico podria ser justificada, si la enfermedad en cuestión fuese incurable. Pero su silencio seria no solamente injustificable sino irresponsable, si no comunicase al paciente que tiene una enfermedad que puede ser curada: que puede ser curada precisamente a condición que el paciente este preparado para arrostrar el tratamiento correspondiente.
El pecado puede ser perdonado. Y los habitos pecaminosos graves pueden ser curados. Pero no lo seran si se induce a las personas a creer que no son pecadores o que ciertos pecados no son graves. Es preciso decirles claramente que aquello es un pecado, y - en su caso - que es un pecado grande, pero que la misericordia divina es mas grande aun. "Sigue luchando y esforzandote para evitar las ocasiones, sigue confesandote, y al final veras como vencerás, con la gracia de Dios".
La compasión del sacerdote no debe llevarle a dar a los fieles la impresión que seguir a Cristo no implica esfuerzo o no impone una cierta carga. Le debe llevar a enseñarles como la confianza y la docilidad hacen ligera la carga, y como la fe y la esperanza convierten el esfuerzo en algo que cada dia parece que vale mas la pena.
La competencia profesional del sacerdote
Cuando un sacerdote comunica la doctrina certera que procede de la fe y del adecuado estudio teologico, no está mostrando arrogancia ni presuntuosa seguridad en si mismo. Esta manifestando su seguridad en Cristo y en la Iglesia de Cristo. Y esto, repito, es lo que el pueblo cristiano espera de un sacerdote y lo que origina su sorpresa cuando no lo encuentra: sorpresa que podria compararse a la de quien preguntase la hora a alguien que lleva reloj, y recibiese por respuesta: "La hora?... Lo siento; no puedo decirselo. Orientese por el sol: es que confio tan poco en mi reloj..."
Puesto que el sacerdote cuyo consejo, en algun tema de relieve, es "Yo no tengo nada que decir; Vd. siga su conciencia", defrauda a la gente a la vez que desdice de su propia competencia profesional, quizas deberiamos decir algo mas sobre esa competencia sacerdotal a la que el pueblo tiene derecho.
La competencia del sacerdote deriva en parte de su ordenación y de su misión sacerdotales, y en parte de su formación y preparación personales. La ordenación le hace al sacerdote competente - o sea, capaz - para consagrar y para perdonar los pecados (cfr. PO 2) y, a la vez le da una peculiar competencia para enseñar al pueblo y conducirlo por el camino de Cristo.
Su competencia con relación a los sacramentos es, sin mas, un don de Dios. Por ejemplo, no tiene que aprender a consagrar (aparte de saber las palabras que se deben decir, y la materia que se debe emplear): es un poder que se le confiere desde arriba. Para saber enseñar y guiar, sin embargo, sí tiene que aprender el camino, la mente y la ley de Cristo. Lo que tiene que aprender, también en estos casos, viene de arriba; también es algo dado, con un contenido objetivo, que su inteligencia debe asimilar, por medio del estudio basado en la fe (i.e. el estudio teologico). Solamente si estudia y aprende de esta manera, sera competente para comunicar la verdad y la ley de Cristo a los demas.
Orgulloso e intolerante?
El sacerdote debe tener conciencia plena de su competencia. Debe estar seguro de sus principios. Debe estar firmemente convencido de la claridad, belleza y poder del camino que tiene que enseñar. Pero, acaso no es esto orgullo?
Por que seria orgullo presentarse a si mismo como alguien que conoce la doctrina de Cristo? Debe calificarse de orgulloso a un medico porque afirma que conoce la medicina? O habra que esperarse de él que sea tan humilde como para negar cualquier conocimiento medico?
En algunos circulos eclesiasticos, sin embargo, existe la impresión de que cualquier pretensión de poseer un conocimiento cierto en materia de fe y de moral es signo de orgullo y manifestación de un espiritu intolerante, en tanto que la actitud contraria - que sostiene que todo es opinable - es expresión de humildad, de un espiritu liberal y abierto, lleno de respeto hacia los demas.
Sin embargo, la realidad es justamente lo contrario. El acto de fe - de quien ve a Cristo detras del Magisterio de la Iglesia - es un acto de humildad. Es la humildad de la mente que está dispuesta a reconocer y a acatar una Verdad superior.
La maxima consideración hacia los demas y el maximo respeto hacia su libertad se manifiestan al colocar esa Verdad ante sus ojos: no como opinión mia, sino como "opinion" de Cristo. Hecho esto, cada cual decidira si acepta o no esta doctrina como procedente de Cristo.
La fe - y el sentido comun - me gustan. Algo que no me gusta es juzgar a los demas. El juicio certero sobre una persona solo Dios - y, esperemos, la persona misma - puede hacerlo. Sobre este presupuesto, voy a añadir un comentario que quisiera ser positivo y no aspero. Delante de esa actitud "superior" de apertura de mente por la cual algunos clerigos convierten todas las doctrinas y leyes de la Iglesia en materia opinable..., uno se queda con la duda de si lo que se presenta so capa de espiritu liberal o de humildad se debe reducir a ignorancia profesional (no aprendieron lo que su profesión exige) o a cobardia moral (tienen miedo de decir lo que creen), o a simple perdida de fe (no creen lo que han aprendido).
Anhelar la certeza
Cada católico puede y debe decidir de acuerdo con su conciencia. Cada uno debe tomar sus propias decisiones. Pero tiene el derecho - y el deber - de informarse antes de decidir. Y para informarse, es logico que acuda a la Iglesia - que enseña y legisla en nombre de Cristo - y a los sacerdotes de la Iglesia, que deben ser maestros competentes de la ley de Cristo y de su Iglesia. Al buscar orientación, no desatiende ni renuncia a su conciencia; la está informando para poder llegar a una madura decisión personal basada en la maxima certeza que puede alcanzar.
La "busqueda de la certeza" ha sido puesta en entredicho en nuestros dias. Abundan los comentarios despectivos con respecto a ella, como si denotara una falta de caracter y fuera señal de inmadurez psicologica o intelectual; y se afirma con frecuecia que cada persona deberia ser lo bastante madura como para hacer frente por si misma, a las incertidumbres de la vida, y a haberselas con sus propios problemas personales.
Por supuesto que cada persona debe resolver sus propios problemas. Pero mucha gente prefiere no resolverlos "por si solo", si es que tiene a mano una fuente de información fiable. Prefiere consultar.
La mayor parte de las personas no prefieren la incertidumbre; prefieren la certeza, si es posible lograrla. Si no es posible y han de moverse en la oscuridad, lo hacen; pero no es la situación que las personas normales suelen amhelar.
La persona que se mueve en la oscuridad avanza con los brazos extendidos, o arrastra los pies con un caminar inseguro y dubitativo. Quiere estar segura de lo que hay delante y, sin embargo, sus ojos no se lo dicen. Quiere asegurarse de que hay un camino expedito, y no un muro o un precipicio. Sus ojos no le proporcionan información y por ello ha de confiarse en sus manos y en sus pies. Si caminara a su lado alguien que conociera lo suficientemente el camino como para poder recorrerlo a oscuras - o que tuviera el don de ver en la oscuridad - pienso que se sentiria contenta de confiarse en el y dejarse llevar de la mano. Mereceria esta conducta la calificación de inmadura?
La confianza en uno mismo es una virtud... hasta cierto punto. La confianza en si hasta el extremo de no querer aceptar ningún consejo del exterior, no es una virtud sino mas bien señal de testarudez irreflexiva o de soberbia: signos ambos de evidente inmadurez.
Pocas personas, cuando viajan por carreteras desconocidas, llevan la confianza en si hasta el extremo de negarse a consultar los mapas o de atender las señales de trafico. Y sin embargo hay quienes aceptaran la guia de señales inanimadas y se resisten a consultar o a escuchar una fuente viva de informacion; en el fondo, lo que les fastidia es que otro "les diga" lo que hay que hacer.
La racionalidad y la madurez que revela el seguir los consejos de alguien dependen evidentemente de la base que se tiene para fiarse de la persona que nos aconseja. Cuando Quien nos dice lo que tenemos que hacer es Jesucristo, escuchar su voz y seguirla suponen la mayor racionalidad y la madurez mas completa.
La Voz viva de Cristo, que nos habla en la Iglesia - en la Escritura, en la Tradición, en el Magisterio - es nuestra guia mas segura. Los fieles tienen el derecho de oir esta Voz, y los sacerdotes tienen el deber de convertirse en su eco.
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En resumen, pues, el papel del sacerdote como guia y maestro le compromete:
en primer lugar, a conocer y comunicar la mente y la ley de Cristo, tal como son enseñados por el Magisterio, sin oscurecer o poner en duda aquello que el propio Magisterio presenta como claro y cierto, y sin comunicar sus propias dificultades o dudas personales, del mismo modo que un medico no transmite a sus pacientes los germenes de enfermedad que él pueda tener. "Los labios del sacerdote deben guardar la ciencia" (Mal,2, 7).
En segundo lugar, no olvidar y - cuando sea necesario - recordar a los demas las consecuencias de no aceptar aspectos importantes de la doctrina o de la disciplina de la Iglesia: la ruptura de la plena comunión con Cristo, con la consiguiente amenaza del colapso total de todos los aspectos de la fe y de la vida católica personales.
Si alguien afirmase que todo lo expuesto en estas ultimas paginas está basado en la inseguridad, en el no estar seguro de uno mismo, le doy la razon. Yo no estoy seguro de mi, al menos no en lo que se refiere a la salvación. Pero estoy totalmente seguro de Cristo; estoy seguro de que nos habla en la Iglesia y seguro también de que si nos esforzamos de verdad por seguir su voz, podemos alcanzar el Cielo. !Y esto es lo que importa! Llegar al Cielo es la gran cuestión todavia no resuelta durante la vida, y es fundamental resolverla correctamente: no podemos permitirnos el lujo de fallarlo. Pero no la resolveremos tan solo con nuestras propias fuerzas.
NOTAS
[1] Como vimos antes, las profesiones dirigidas directamente al servicio - la medicina, la enseñanza, el sacerdocio, etc. - se caracterizan mas por las obligaciones que por los derechos. Abrazar cualquiera de estas profesiones con la conciencia de que las obligaciones estan por encima de los derechos personales es una señal de que uno la esta abrazando vocacionalmente, es decir, con auténtico proposito de servicio. Aceptarla con un interes excesivo por los derechos personales y una tendencia a colocar estos por encima de las obligaciones, denota una falta de auténtico espiritu de servicio. Es señal de que se ha planteado esa profesión con unas miras demasiado egocentricas; o de que no existe una verdadera vocación, o no se esta respondiendo debidamente a ella.
[2] Cuando algunas personas, a una consulta relativa al uso de contraceptivos, reciben la respuesta, "puedes seguir tu propia conciencia", resulta curioso que parezcan concluir: "bien; ahora ya no se me plantea ningún problema moral para su uso". Evidentemente cabe plantear la duda: las personas que practican la contracepción ¿estan escuchando realmente su conciencia?... Quien sabe? Lo cierto es que si una persona no esta escuchando su conciencia, no se puede afirmar que la sigue.