16. VERDAD Y COMUNIÓN

            "Viaje Alucinante", una pelicula de ciencia-ficción de hace bastantes años, narraba la historia de un equipo de cientificos embarcados en un submarino que - reducido a tamaño microscopico - es inyectado en la corriente circulatoria de un genio, con la misión de pasar por su corazon y explorar su cerebro.

            Yo diria que se puede ver en esa historia una cierta analogia con el papel del teólogo. Su misión es "explorar" la Mente de Jesucristo. Para esto, es importante que nade en la sangre de Cristo - que se empape en su Vida, que nos llega a traves de los siglos - , que pase por su Corazon, y llegue a su Mente.

            Es especialmente importante, para lograrlo, que el teólogo se haga pequeño; o, mejor, ya que todos somos tan pequeños comparados con Cristo, que no pierda la conciencia de lo diminuto de su propia talla con relación a la misión encomendada. Alicia, afirmaba Chesterton, tiene que hacerse pequeña, si quiere entrar en el Pais de las Maravillas. El teólogo es Alicia, y la Revelación de la Mente y el Corazon de Cristo es el Pais de las Maravillas. Al teólogo que es incapaz de pasmarse ante las maravillas que busca contemplar, le falta la humildad esencial para la teologia. El teólogo, por dotado e inteligente que sea, trabaja en un campo que supera infinitamente su capacidad mental. Si sus talentos, por grandes que puedan ser, han de dar fruto, necesita oir la invitación divina: "Entra en la Mente de tu Maestro" (cf. Mat. 25, 21). Han de resonar esas palabras, no como premio merecido, sino como apremiante llamada a una responsabilidad humilde.

Pensar con Cristo

            En el capitulo catorce hemos recordado los puntos de referencia infalibles de la ciencia teologica - La Revelación y el Magisterio - , y el instrumento falible con el que se tiene que desarrollar: la razon humana.

            El teólogo que ve, en la Revelación y en el Magisterio, unas trabas externas impuestas a su propia mente, puede librar muchas batallas en favor del disenso, dando coces continuas contra el aguijon, pero es probable que no preste un gran servicio a la auténtica teologia cristiana.

            Alcanzará una unidad de visión teologica y un sentido de libertad teológica solamente si, viendo la Revelación y el Magisterio dentro de la Mente de Cristo, sitúa su propia mente también allí.

            El pensamiento teológico se desarrolla no a base de pensar por cuenta propia, sino de pensar con Cristo. La visión católica de la teologia es la de muchas mentes que piensan dentro de una Mente. Realmente se entiende como los teólogos auténticamente grandes han sido santos, porque la santidad es necesaria si una persona ha de pensar como Cristo. En la medida de su unión con el Señor, el teólogo podrá afirmar: "Pienso; pero no soy yo quien pienso, sino Cristo quien piensa en y a traves de mí, y yo quien pienso en y a traves de Cristo" (cf. Gal 2, 20).

            No corresponde al teólogo configurar la Mente de Cristo segun el modelo de la propia, sino conformar la suya a la de Cristo. A fin de cuentas, la Mente de Cristo, nuestro Maestro, es la mente teológica de todos los tiempos. Jesucristo necesariamente es el Teólogo "Numero Uno" de la Iglesia: el pensamiento católico fluye de Cristo. No cabe pensar en la posibilidad de descubrir una nueva fuente del pensar cristiano, ya que tiene su entera fuente en Cristo y, a traves de El, en el Padre. Ningún teólogo, por tanto, enseña una doctrina "original", en el sentido de presentar algo que es nuevo, no derivado. El, mucho mas que Cristo, debe decir: "Mi doctrina no es mia..." (Jo. 7, 16).

            Al iniciar el teólogo su Viaje Alucinante, descubre que la Mente que desea investigar - infinitamente mas ancha y mas profunda que la suya - es un ascua de luz. Las areas principales están intensamente iluminadas - de forma, contenido y definición cristalinas - aunque, como es logico, la mente de cada espectador pueda reflejar esta belleza y esta verdad en un modo nuevo (Es claro que es la infinita riqueza de lo que se contempla y no el poder de la mente de quien lo contempla, lo que abre constantemente nuevas perspectivas teológicas).

            Sin duda, habrá rincones de esta Mente llenas de ulteriores riquezas, que aun no hemos logrado contemplar con toda claridad. Es logico querer investigarlas. La misión del teólogo, con la ayuda de la gracia, es proyectar la Luz de Cristo hasta en las areas mas reconditas.

            Vale la pena detenernos un poco en este punto. Solo en un sentido relativo y secundario la teologia cristiana es obra del teólogo cristiano; principalmente, es obra del mismo Cristo.

            En efecto, la teologia es un intento de ilustrar la Revelación divina, de arrojar mas luz sobre ella. Pero esa luz no procede tanto de la mente del teólogo como de la de Cristo. La luz de la teología es verdaderamente la Lumen Christi: la Luz la recibimos de El. "Por tu luz vemos la luz" (Sal. 36, 9). En esto contemplamos la tarea humilde pero gloriosa del teólogo: recoger la Luz de Cristo en todas sus fuentes, revestirse de ella, y reflejarla hacia otras areas de la Mente de Cristo, para la ilustración del Pueblo de Dios (Esto nos puede recordar de nuevo que la Mente de Cristo no es algo del pasado a lo cual hay que añadir ideas nuevas, sino la Verdad presente capaz de descubrirnos siempre facetas nuevas).

La teología pide comunión

            Estas imagenes - de indudable riqueza - ponen de relieve el porqué muchos enfoques teológicos contemporaneos que proponen una teología "original" o "independiente" - al margen de la Tradición o del Magisterio - no son teologia. La teología es una empresa solidaria, una búsqueda común, una participación alegre. Sólo se puede llevar adelante en comunión; en la comunión de la Fe, en unión con la Iglesia, con la Mente de Cristo, recurriendo a la luz de aquella Mente tal como viene reflejada por las mentes de todos los que, durante los siglos, han sido participes de la fe.

            Algunos prefieren hablar mas de "teologias" que de la teologia. Se puede aceptar el plural con tal de que signifique que, mientras hay una sola Fe (Ef 4, 5) y una sola Revelación, caben muchos esfuerzos humanos de alcanzar una mayor comprensión de esta fe. Pero todas las verdaderas teologias están conectadas con un centro comun, y también entre sí. Los distintos enfoques teológicos valederos son a modo de cuerdas que, conectadas desde distintos angulos con el edificio de la verdad, le dan fuerza. Sin embargo, la columna central en torno a la cual se construye el edificio - la imponente estructura de la Revelación - se sostiene y estabiliza por una fuerza propia inherente: la presencia de Cristo en el Magisterio.

            En el capitulo precedente examinamos la actitud del que afirma que "el católico no queda vinculado por las doctrinas que no hayan sido formalmente definidas". En esta actitud, bastante extendida hoy, late una radical desconfianza. Los diversos tentativos de presentarla como una noble reivindicación hecha en nombre de los derechos y la dignidad personales, no logran encubrir su indole defensiva y negativa, y su caracter esencialmente individualista. De todos modos, la critica definitiva de esta actitud ha de hacerse desde un punto de vista eclesiologico: mientras es posible, quiza, defenderla en términos de estrictos derechos y deberes juridicios, es totalmente insostenible en términos de communio.

            "Communio" significa participar en la vida de Cristo. Pero no se trata de que yo solo participe con Cristo - esa seria una participación individualista - , sino de que yo participe, con los demas, en Cristo, por medio de su Iglesia: ésta es la auténtica participación católica. Se realiza la communio en los sacramentos, en la disciplina y en la Fe de la unica Iglesia: la de todos los siglos. Quien no comulga con los siglos no comulga con Cristo, que "es el mismo ayer y hoy y por los siglos" (Heb 13, 8). Si no sé comulgar con la Fe de ayer, mis creencias de hoy pueden ser diferentes mañana y, sin lugar a dudas, no son la fe de siempre, la que nos ha sido transmitida de los Apostoles.

            En los primeros capitulos vimos como el espiritu de "communio" y el espiritu individualista se excluyen mutuamente. Si esto es verdad en el terreno sociologico, lo es mas aun en el campo del pensamiento teológico. En la comunidad y no en el aislamiento es donde se alcanzan el progreso y la integridad teológicos. La investigación teológica, en el espiritu de la "communio", es una busqueda de los principios y las verdades comunes que vinculan con los demas en Cristo. El pensador solitario que no sigue otra orientación que su propia mente, es conducido por su pensamiento a un aislamiento y a una soledad siempre mayores. El pensador que reflexiona de acuerdo con la Mente de Cristo en la Iglesia, nunca está solo. Participa de la comunión con Cristo y con toda la comunidad de los fieles que han vivido, pensado y creido, como hermanos, desde los tiempos apostolicos.

            Una triste ausencia del anhelo cristiano de fraternidad y de comunión subyace a esa actitud: "No estoy obligado a compartir los puntos de vista de los demas". Quizas no lo estoy efectivamente; pero es una lastima si no lo sé hacer, si no acepto, por lo menos, establecer una conexión vital y vivificadora entre sus puntos de vista y los mios. Si sus opiniones y las mias son cristianas, la conexión ya existe, en Cristo; busquemosla e intentemos fortelecerla. De esa manera pensamos en comunión, y nuestro pensamiento nos llevará hacia la comunión. Si eligimos pensar de otro modo, nuestro pensamiento nos puede sacar de la comunión. Tal elección significaria efectivamente escoger el proceso de "auto-excomunión" al que nos referimos antes.

            De ahi se sigue que una censura seria que merecen los teólogos contemporaneos que "hacen la guerra" al Magisterio, al Papa y a los obispos, es la de superficialidad. Faltan claridad y profundidad tanto en la manera de afrontar su propia posición como en la de presentarla al publico. Consciente o inconscientemente, no logran analizarla adecuadamente.

            Las llamadas a la "libertad", academica o intelectual, y las protestas acerca de los procedimientos "inquisitoriales", sirven tan solo de cortina de humo que esconde al publico, y quizas a ellos mismos, lo que realmente está en juego en la batalla que se está librando en sus mentes y corazones: lucha que amenaza con devastar su fe y la de los otros.

            Si creen batallar tan sólo contra una mentalidad centralista que no corresponde a las necesidades de la vida moderna o contra un autoritarismo romano o episcopal, no han logrado una clara percepción de su propia guerra. No es una burocracia con la que están enfrentados, sino con la Fe de siempre; no es una mentalidad contra la que luchan, sino una Mente: la Mente de Cristo.

            A todos nos puede atacar la tentación de enfrentarnos con esa Mente, como hizo Jacob con el Angel (Gen 32, 26); y, sin embargo, nuestro Adversario - que se esfuerza por ser nuestro Aliado, si se lo permitmos - es mas grande y mas fuerte que el Angel de Jacob. Podemos ser tentados con el deseo de subyugar esa Mente y de doblegarla para que se ponga de parte nuestra; pero somos nosotros quienes hemos de ponernos de su parte. Puede suceder que queramos compartir esa Mente segun nuestras condiciones - en otras palabras, de subordinarla a nuestra propia mente - , pero la podemos compartir solamente bajo las condiciones que pone Cristo.

            Lo que acabamos de exponer se aplica, como es obvio, a todos los cristianos y no solo a los teólogos. Todos encontramos, y hemos de vencer, la peor tentacion: la soberbia. Quizas no hay mayor expresión de ese pecado que la negativa a abrir la propia mente a la Mente de la Iglesia, a la Mente de Cristo. El cristiano que es capaz de pensar con esta Mente entra dentro del terreno maravilloso de los Credos, Simbolos y Dogmas, con las perspectivas infinitas que ofrecen (un dogma no es un muro que nos impide la visión sino una ventana que se nos abre hacia la infinidad), donde las Verdades no son menos ciertas que grandes.

            Quienes, en su humildad, prefieren permanecer inseguros sobre la verdad o el valor de este o aquel punto de la doctrina cristiana, pueden quedarse con su humildad; no la quiero yo. Yo, en mi soberbia, creo que Cristo me ha ofrecido su Mente, a traves de su Iglesia. Estoy seguro de lo que vale la oferta, y quiero aceptarla. Prefiero mi soberbia y mi seguridad.

            Sé que algunas personas, sin culpa de su parte, nunca alcanzan la certeza; merecen compasión. Pero una preferencia por la incertidumbre es patologica; necesita no la compasión sino la curación. Mantengo, con Newman, que "la certeza es un estado natural y normal de la mente, y no - como a veces se objeta - una de sus extravagancias" (John Henry Newman, Grammar of Assent, cap. 6).

Nueva York y la teología

            Siempre me ha parecido que una visita a Nueva York puede ser una gran experiencia teologica. Se vive mejor esa ciencia al lado del World Trade Center, con sus dos torres gemelas, cada una de 450 metros de altura. Dan vertigo. No hace falta subir y mirar hacia abajo; basta con colocarse abajo, cerca del pie de una de las torres, y mirar hacia arriba. Casi medio kilómetro que sube en línea vertical hace que la cabeza dé vueltas.

            El ejemplo nos puede servir para ilustrar de algun modo el efecto que la mera idea de Dios deberia producir en nosotros: nos debe producir vertigo y, mientras no lo haga, no poseemos ni siquiera los rudimentos de una visión teológica.

            Dios es mucho mas "alto" que 450 metros. Y, sin embargo, a veces pensamos haberle medido, como si le entiendiesemos plenamente. Lo evidente, en tal caso, es que no es en Dios en lo que pensamos. "Creo en Dios, hasta cierto punto", alguien me dijo un dia. Eso no se puede hacer; o, si se hace, no es en Dios en quien se cree. Quien cree en Dios, entra en el reino de lo infinito, que le desborda por todas partes. Quien pensara haber "descifrado" toda la teologia, estaria pensando en términos finitos, con un planteamiento, por tanto, totalmente a-teológico.

            Algunos teólogos parecen considerar su ciencia como un campo que se puede dominar. Ahi es donde se equivocan. Nadie puede acaparar la teologia. No tenemos talla suficiente para alcanzar las alturas de la Mente de Dios; a su lado, somo enanos. No vale cualquier manera de contemplar la ciencia teologica; al contemplarla haca falta mirar hacia arriba: sus alturas están infinitamente por encima de nosotros (Si el esfuerzo para mirar hacia arriba nos produce torticolis, será quizas señal de que teniamos el cuello duro y que ese esfuerzo nos viene bien). No puedo evitar la impresión de que a algunos teólogos contemporaneos les vendria bien un curso de repaso teologico, que consistiria esencialmente en ejercicios de levantar la mente: "No empiece Vd a escribir, ni siquiera a pensar acerca de Dios o la Fe o la Iglesia, hasta que haya mirado hacia arriba. Sí; así es, pero, mas alto. Mas todavia!... ¿omienza a sentir vertigo? !Ah!, eso está bien. Ahora póngase a hacer teologia".

            El teólogo nunca debe acostumbrarse a su tarea. Tiene que ejercitarse en el vertigo, a fin de no perder de vista las alturas y las profundidades que se propone explorar.

            Todo tema teológico participa de algun modo de la infinidad de Dios: la Revelación, la Iglesia, el Primado del Romano Pontifice, los sacramentos... todo participa de una sacralidad que no puede perderse de vista. Cuando nos asomamos al campo teológico, pisamos terreno santo y debemos descubrirnos y descalzarnos, porque estamos en presencia de Dios (cf. Exod. 3, 5).

            La Mente de Cristo se nos abre, con todo esplendor y poder. Podemos explorarla; pero no la podemos medir ni dominar. Al "entrar" en la Mente infinita de Cristo, nuestra mente finita debe llenarse de asombro. Si, maravillados, nos abrimos a su Verdad, El puede dignarse permitir que vislumbremos algo de los secretos de su Mente.

            No podemos entrar por la fuerza en la Mente de Cristo; debemos introducirnos por la puerta de la humildad. También debemos acudir en busqueda de la llave que nos abrirá esa puerta; la llave de este Reino ha sido confiada al Magisterio.

Comunión y poder

            La comunión con la Mente de Cristo es la condición para recibir - y poder comunicar a los demas - la Verdad de Cristo en todo su poder.

            Los Apostoles experimentaron plenamente el poder con que Cristo les envió a predicar el mensaje de salvación que El habia traido (cf. Mat 28, 18). La misión evangelizadora que nos corresponde hoy solo tendrá el mismo poder si mantenemos la conciencia de haber sido enviados por el mismo Cristo y para predicar el mismo mensaje.

            "?El mismo mensaje? ¿Un mensaje que es siempre igual...? A algunas personas esto suena monótono, privado de vida y de eficacia. Para ellos, aquello que no cambia, que es siempre lo mismo, esta atrofiado, o es - dicen - "estatico", o sea, no lleva a ninguna parte.

            Seria mas que sorprendente que la comunión con la Verdad de Cristo pudiera producir atrofia, o que la comunión con su Mente y Corazon causaran efectos "estaticos". Sin embargo, aquí tropezamos con prejuicios profundamente arraigados que conviene examinar.

            Ciertamente, la misma noción de doctrinas establecidas, de verdades definidas, molesta a algunas personas. La razon, afirman, es que implica estrechez - o estancamiento - que pone trabas a la inteligencia humana y desvirtua el dinamismo del mensaje cristiano.

            Se trata de una confusión notable. Que una verdad esté bien definida significa que es clara de contenido y extensión. No significa en absoluto que sea estrecha; esa verdad tendrá sus límites, pero éstos pueden ser muy amplios. El caracter definido e identificable de la doctrina cristiana tiene mucho que ver con capacidad de contenido, claridad y poder; no hace ninguna referencia a estrecheces. Por el contrario, el mensaje cristiano es inmensamente ancho. Es precisamente esta combinación de impresionante amplitud, y de claridad no menos impresionante, lo que le proporciona tanto poder. Representa un desafio para la mente del teólogo, lo mismo que para el mundo.

            Pero - parece que se oye comentar - aun cuando la idea de una verdad establecida no sea estrecha, ¿no tiene algo de "estatico"?. Aqui es preciso disipar algunas ambiguedades: ¿a qué se refiere el término "estatico": al contenido del mensaje, o a la reacción de quienes lo reciben?

            Es evidente que el contenido de cualquier mensaje debe de permanecer constante si ha de tener algun valor. Pero la claridad uniforme de un mensaje importante - emitido una y otra vez en la misma onda - puede conmover al oyente e impulsarle a la acción. El efecto de ese mensaje no posee resulta en absoluto estatico.

            Un mensaje poco definido, sin principio ni fin, con contenido confuso, no mueve a nadie. Tampoco lo hace un mensaje que cambia constantemente. Si un mensaje ha de moverme - a pensar o a hablar - tiene que decir algo concreto. Si cabe interpretarlo de modo que diga cosas contradictorias o que no diga nada, ¿por que me habria de ocupar de el: de escucharlo o de comunicarlo?

            Es algo a tener en cuenta en el momento de enjuiciar algunas llamadas contemporaneas hacia una teologia mas "abierta", desembarazada de todo el aparato de definiciones y de todo concepto apriorisitco. Si se somete esta teologia "abierta" a examen, tantas veces resulta ser algo hueco; tan abierta está que se le ha caido el contenido; no hay nada dentro.

            No considero que el concepto de doctrina definida sea "estatico" - con tendencia a paralizar el pensamiento teológico y la acción evangelizadora - , mientras que una teologia abierta seria el instrumento dinamico que hace falta para mover a los cristianos con unos modos mas eficaces de reflexionar y actuar. Es al reves.

            Pensemos, por ejemplo, en un punto perenne de la fe católica: aquello que está en el altar o en el sagrario, con apariencia de pan, de hecho es Dios. Si es asi, ahi tenemos una verdad dinamica, rebosante de vitalidad, del poder desbordante del Amor de Dios. El efecto que me produce es el deseo de pregonar por el mundo esa maravilla. Esta sí que es una verdad que vale la pena transmitir.

            Pero si la verdad no es así, si Dios no se hace realmente presente, si el pan sigue siendo pan - dotado de una significación espiritual transeunte - , ¿qué tiene todo eso para emocionarme y sacarme de la inaccion? Habrá quien guste de describir tal concepto como mas dinamico. Yo no lo veo asi: el efecto en mí es totalmente estatico: me deja parado.

            "Pero, no" - parece oirse la objeción - "no es eso: es la idea de un Dios "parado" en el sagrario, que resulta estatica..." A mí me produce la impresión contraria: aquella presencia perdurable y todo amorosa se convierte en dinamismo para mí.

            De modo parecido, si Cristo realmente resucitó de entre los muertos, entonces la muerte ha sido vencida, el camino hacia la otra Vida nos ha sido abierta, y comprendo y quiero participar del dinamismo que los Apostoles sacaron de este creencia cristiana fundamental: creencia que habia de revolucionar el mundo. En cambio, si Cristo no resucitó, los demas, si quieren, pueden predicar lo que todavia encuentran en el cristianismo. Para mí, igual que para San Pablo, ya no tendria interes (cf. I Cor. 15, 14).

            Ciertos teólogos declaran que las intervenciones del Magisterio limitan el libre expansionarse en el campo teológico. En la practica, sin embargo, son a menudo sus teorias las que reducen el mensaje cristiano, limitando su alcance, desvalorizando sus riquezas y minando la fuerza y el consuelo que brinda al fiel corriente. El Magisterio está luchando por la Fe, sin duda; pero también por los fieles: para defender el mensaje de Cristo contra cualquier interpretación que lo empobrezca, y para defender también el patrimonio de los fieles, su derecho a tener acceso a toda la amplia envergadura y el rico contenido de los dones que Cristo ha legado a la humanidad.

La restauración de la comunión

            La ruptura de la comunión del siglo XVI fue una gravisima herida inferida al Cuerpo de Cristo; permanece todavia abierta y sin curar. Todos los cristianos sienten el dolor de esta separación, el escandalo de unas divisiones tan profundas y tan claramente contrarias a la voluntad y proposito del Señor (cf. Jo. 11, 52). Es ocioso individualizar las "responsabilidades" por los acontecimientos de hace cuatro siglos. Lo que importa - lo que Dios evidentemente quiere - es remediarlos (UR 1). La meta ha de ser la restauración de aquello por lo que rogó Cristo: que todos sean uno (Jo 17, 21); que haya un solo rebaño y un solo pastor (Jo 10, 16). ¿Como puede lograrse?

            Significaria comprender superficialmente el ecumenismo pensar que la unidad pueda alcanzarse por un proceso de intercambio que abocaaria en algun tipo de consenso humano. Si se alcanzara de este modo, también podria romperse mas tarde a raiz del desacuerdo y del disenso humanos.

            La busqueda de la unidad cristiana es la busqueda no de un consenso sino de un centro: Cristo. No es la mera re-unión entre los hombres la que ha de buscarse sino la re-unión con Cristo, la renovada comunión con Cristo, a base de haberle descubierto de nuevo - como El es, de que modo habla, lo que El quiere - , de haberle localizado de nuevo donde está, y de haber acudido allí a su encuentro.

            El restablecimiento de la unión entre los cristianos les ha de llevar a unirse no solo en el Corazon de Cristo - en su Amor - sino también en su Mente, en su Verdad. Estar unidos en la caridad de Cristo es algo grande, pero no basta. También hemos de estar unidos en su Mente: "cor unum et anima una", como los Primeros Cristianos (Hechos 4, 32). Comulgar en la caridad y en la fe; dentro de las riquezas de la caridad, y dentro de las de la fe; pero dentro, y no fuera.

            El escandalo de la desunión entre los cristianos consiste en la división no tanto de corazones como de mentes. Unir los corazones es mas facil que unir las inteligencias, porque los hombres nos ponemos de acuerdo en los afectos y sentimientos con mayor facilidad que en los pensamientos; pero los sentimientos no duran. Lo que hace falta es una fe comun: la voluntad de creer juntos en el mismo objeto. Una fe comun significa aceptar las mismas cosas: Dios Uno y Trino, y su Revelación. Significa también rendir tributo comun a la autoridad de Cristo, tal como nos viene por los caminos que El ha eligido.

            Es por esto por lo que la cuestión de la unidad cristiana se resuelve siempre en si Cristo, al revelar su Verdad salvadora y entregarla a su Iglesia, quiso o no instituir un organo divinamente protegido para la fiel interpretación de esa verdad.

            La unidad cristiana fue rota fundamentalmente a raiz de un colapso de la fe: no lograr creer, o no querer creer, en la presencia operativa de Cristo - que habla a los hombres - en y por medio de la Iglesia institucionalizada, y una decisión, en cambio, de someter la Verdad de Cristo a la voluntad de cada creyente, para que sacara lo que quisiera de ella.

            El planteamiento democratico del ecumenismo convierte la Verdad de Cristo en aquello que queremos o votamos que sea. El planteamiento de la fe acepta esa Verdad tal como es, es decir, tal como nos viene mediada por el Magisterio de la Iglesia. Hay que escoger entre un planteamiento u otro, porque de hecho no cabe opción intermedia.

            Una comunión cristiana renovada depende de que nosotros renovemos nuestra comunión con el modo de pensar de Cristo: también con ese punto concreto de la logica divina que subyace su plan de salvarnos por medio de la Revelación. Nuestra Fe en Cristo y nuestro amor hacia El pueden y deben llevarnos a ver que, si la Verdad Divina ha de ser protegida de los errores de los hombres, es necesario un principio, un organo, para garantizarla y definirla. Hacía falta desde el comienzo; fue instituido desde el comienzo, y - a pesar de los defectos humanos - siempre ha permanecido. Basta con que se reconozca y se acepte. No existe otro centro en torno al cual se pueda construir la unión cristiana.

Claridad en el dialogo

            La ultima meta del ecumenismo es que "poco a poco, superados los obstaculos que impiden la perfecta comunión eclesiastica, todos los cristianos se congreguen en... la unidad de la una y unica Iglesia, la unidad que Cristo dio a su Iglesia desde el principio" (UR 4).

            Sin duda, algunos de los obstaculos que hay que superar eran creados por los mismos católicos, por su modo autoritario de comportarse, su tendencia a juzgar a las personas, con olvido de que el juicio definitivo está reservado a Dios (cf. I Cor 4, 4), y a censurar las intenciones sin tener en cuenta la sinceridad subjetiva, y - de modo particular - por el escandalo de sus propios pecados. La reflexión y el dialogo ecumenicos pueden conducirles a una conciencia mas clara de sus graves fallos en estos puntos.

            A la vez, si ha de haber auténtico progreso en el ecumenismo, los protestantes deben enfrentarse con los enormes obstaculos a la unidad que están presentes de su parte, sobre todo, el principio - tan radicalmente anti-encarnacional, anti-sacramental y anti-escrituristico - del juicio privado [1], que rechaza aquella autoridad objetiva y externa que Cristo quiso legar a su Iglesia, para conservar e interpretar la Revelación.

            Si el ecumenismo ha de constituir una empeño serio por reunir las denominaciones cristianas, en una Iglesia, tanto católicos como protestantes deben centrar el dialogo y la investigación en la eclesiologia, y no solamente en la historia o en el dogma o en la escritura.

            Pero - se puede objetar - este enfoque parece sugerir que la esperanza ecumenica definitiva, desde el punto de vista católico, es que los protestantes vuelvan a unirse a la Iglesia Católica... !Naturalmente que lo es! Sugerir otra cosa seria renegar totalmente no solo de nuestras propias creencias sino también de la sinceridad que deberia caracterizar el dialogo ecumenico. Aparte de que los católicos no podemos tener miedo a afirmar esto, deberiamos darnos cuenta de que cualquier protestante medianamente inteligente sencillamente no respetaría al católico que sugiera otra cosa. Pensaría: esta persona no está siendo sincera o, si lo es, no conoce su propia fe.

            El espiritu del ecumenismo es una caridad mutua; su meta, una fe comun. El espiritu del ecumenismo es tratarse honradamente a pesar de las diferencias de creencia. No nos tratamos con honradez si fingimos que no hay diferencias o que no tienen importancia. En tal caso, nos faltaria respeto mutuo - y respeto hacia la verdad - porque no estariamos tomando seriamente las creencias sustanciales de cada parte. Por ese camino seria totalmente imposible llegar a superar las diferencias.

El juicio privado y la "communio"

            Solo el trascurrir del tiempo dirá si la causa de la unidad cristiana ha progresado o no, en los ultimos veinticinco años, en las relaciones entre los cristianos. En todo caso, es obvio que la unidad cristiana ha sufrido durante este periodo, dentro de la Iglesia. Nos estamos refiriendo no al desarrollo de una deseable diversidad dentro de la unidad católica, sino a la relativización del concepto mismo de una Fe católica comun, hasta el punto que han aparecido escritores, teólogos, publicaciones y grupos que mantienen opiniones contradictorias sobre temas fundamentales - la infalibilidad del Romano Pontifice, la contracepción, el aborto, etc. - y afirman sin embargo que se trata de opiniones validas dentro del católicicismo.

            Esto no es pluralismo sino confusionismo. El pluralismo significa la legitima variedad dentro de la verdadera comunión. Lo que hoy se contempla en ciertos sectores de la Iglesia no es un pluralismo deseable, sino la mas evidente desunion: una ruptura de la comunión eclesial tan seria como la del siglo XVI. No se hace una labor de reforma, sino de deformación, cuando se rompe la unidad fundamental que quiso Cristo para sus discipulos.        La perdida del sentido de la identidad católica no puede facilitar al dialogo ecumenico. ¿Como podremos los católicos trabajar por la unidad cristiana si nosotros mismos no vivimos -con opiniones diversas pero complementarias - dentro de la amplia unidad y los claros límites de la unica Fe Católica?

            Dificilmente se logra un acercamiento entre posturas borrosas que resisten a identificarse. La clara exposición de la propia postura y de los términos que se han de emplear en un debate o dialogo es un primer requisito si el debate ha de ser constructivo. Se entabla un dialogo para ver si dos partes se pueden acercar mutuamente, o si pueden encontrar un nuevo y comun terreno intermedio. Pero, ¿como puedo plantearme la posibilidad de acercarme a la posición de otra persona, si no conozco la mia; si ni siquiera estoy seguro de donde me encuentro, de qué postura defiendo?

            Este ha sido un problema tipicamente protestante: siempre se han mostrado relativamente unidos en aquello contra lo que se oponen (protestan): la autoridad de la Iglesia, la primacia papal, la Tradición, la doctrina definida, la Presencia real de Cristo en la Eucaristía, etc. Pero nunca han estado unidos en aquello que defienden, con excepción del principio del juicio privado, principio esencialmente divisivo y totalmente reñido con la "communio". La progresiva fragmentación del protestantismo es, por lo demás, la logica consecuencia.

            Lo que los católicos mantienen ha sido - hasta hace muy poco - patente a todo el mundo: una comunión con Cristo, en la fe, los sacramentos y la disciplina de la Iglesia que El fundó y protege, en la que El vive y por la que El habla. Algunos católicos de nuestros dias ya no se identifican con ese claro concepto de la comunión católica. Afirman ser católicos; y a la vez no saben decir en qué consiste su fe. Profesan un católicismo no identificable; su posición, sin embargo, se puede identificar, pero no dentro del católicismo.

            A proposito del ecumenismo, caben dos comentario acerca de aquellos católicos que han asimilado unas ideas acatólicas acerca de la fe apostolica, los sacramentos, la interpretación de la Sagrada Escritura, etc.:

            a) no están realizando una verdadera labor ecumenica. Ellos, sin duda, se han acercado al protestantismo; pero se han alejado del católicismo. No han contribuido a crear un puente para salvar las distancias que nos dividen: sencillamente se han pasado a la otra parte. Las distancias siguen siendo tan grandes como siempre.

            El problema ecumenico les parece ser de solución facil. Pero la que ven consiste no en una communio de una Fe unica, sino en un tipo de "pax ecumenica", en la llana tolerancia, bajo un unico estandarte cristiano, de visiones contradictorias del mensaje de Cristo. Tal solución puede resultar aceptable para ellos: ¿lo es para Cristo? Aun cuando lo quieran ellos, ¿la quiere El?

            Cristo jamas habló de una federación de ovejas o de una coalición de rediles, sino de un solo rebaño. Esto es lo que se pretende; y debe permanecer como un objetivo no-negociable si el ecumenismo ha de seguir siendo un empeño serio.

            La solución ecumenica que algunos proponen consiste en introducir dentro de la Iglesia los graves y constantes problemas de desunión que han caracterizado la historia del protestantismo. Representa un paso no hacia la unidad cristiana sino en la dirección opuesta. Se resiste a aceptar la autoridad objetiva que proporciona el unico centro y base para la unidad, y apela en cambio al principio del juicio privado que no une ni puede unir.

            b) no se enfrentan con su propio problema ecumenico, su problema de comunión. No buscan un centro; no buscan la unidad. No quieren participar de la fe que nos ha sido transmitida desde los Apostoles. Se distancian de la doctrina perenne; no oyen la voz de Cristo en la Tradición, en los Padres, en los Concilios, en los Papas. No encuentran su amor en la vida de los santos o en la piedad popular del presente y del pasado, ni encuentran su voluntad en la disciplina de la Iglesia. Para ellos, Cristo terminó su existencia hace 2000 años; no permanece hoy. ¿Qué comunión se puede tener con un hombre que ha muerto y que ya no está con nosotros?

            Es una situación infeliz, una voluntaria ruptura de los lazos que vinculan con Cristo, con el Cristo resucitado y vivo que prometió permanecer siempre con sus discipulos. Es un triste proceso que se puede resumir en una palabra: "ex-communio", entendida no como acto juridico o declaración canonica, sino como una situación personal de facto voluntariamente eligida. El aislamiento patente de algunos católicos hoy en dia - teólogos, sacerdotes, fieles corrientes - es la dolorosa consecuencia de su incapacidad para encontrar a Cristo, segun las exigencias de las dadivas del Señor, en la Iglesia en la que El ha querido revelarse y comunicarse a los hombres.

            Si se proponen diseñar un nuevo modelo del católicismo, calcado en el protestanismo, Cristo volverá a reaccionar diciendo: eso - la imagen que quereis proyectar - no es mi Iglesia. No pueden imponer una imagen distinta en la Mente de Cristo. Si no corrigen la visión deformada que poseen, acabarán mas allá de los límites de la comunión con El.

La eclesiologia, area de crisis

            En los primeros siglos despues de Cristo, es decir, en los estadios iniciales de la proyección del mensaje cristiano, era mas facil que alguien, incluso con buena voluntad, interpretase el mensaje mal y, apartandose de él, cayese en la herejia. Esto sucedió a algunos que, precisamente por tener buena voluntad, reaccionaron, se dieron cuenta de su error y volvieron a la Fe. Otros se aferraron a sus opiniones y se separaron de la comunión de la Fe. Las controversias cristologicas de los siglos IV y V ofrecen una abundancia de ejemplos.

            Esto no deberia resultar tan facil hoy, despues de veinte siglos en los que prácticamente no ha habido solución de continuidad en la enseñanza y proyección del mensaje de la Revelación, dando asi mejor definición a este o aquel detalle, de tal forma que hoy el Cuadro se ha hecho inconfundible, con la cristalina claridad de su conjunto y la armoniosa relación de sus partes.

            A pesar de todo, hay espectadores contemporaneos de la Revelación que logran confundir el Cuadro. En estos ultimos años del siglo veinte, algunos católicos - por lo demas con piedad y celo - se están entregando a recelos y dudas en torno a las verdades fundamentales de la fe católica: el caracter historico-factual de los Evangelios, los poderes singulares anexos al minsterio sacerdotal, la función privilegiada del Magisterio, etc. Ya no saben con seguridad si creen en doctrinas que siempre han pertenecido al patrimonio comun de la Fe, en las que nuestros hermanos de los siglos pasados han creido, y nos han transmitido. No poseen ya la seguridad de compartir la misma fe con los Apostoles. En sus vidas se ha producido una progresiva ruptura de la comunión, que amenaza con dejarles a la permanente deriva en una marea de dudas, dilemas y disenso.

            La eclesiologia es hoy area de crisis. La fe en el mensaje de Cristo se debilita si no se tiene, a la vez, fe en como su mensaje nos llega, en los medios que El emplea para transmitirnoslo. Jesucristo - su Palabra, su Gracia, su Amor - nos llega por medio de la Iglesia. Una debilitación de la comunión es forzosa consecuencia de la incapacidad de aceptar el misterio de la Iglesia, concretamente ese aspecto del misterio que contempla la Iglesia como el guardian e interprete fiel del Mensaje de Cristo, como "la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad" (I Tim 3, 15).

            Católicos - y protestantes también, en su inmensa mayoria - están de acuerdo en que cristiano es quien cree que Jesucristo es Dios. Quien se permite dudas cristologicas - "quizas Jesucristo no es Dios..." - empieza a dejar de ser cristiano.

            Ahora bien, si la primera cuestión es cristologica - ¿Jesucristo es Dios? - , la segunda es eclesiologica: ¿fundó Jesucristo una Iglesia, para llevar adelante su palabra y obra? ¿Fundó una Iglesia, para ya irse del todo? ¿O se queda en la Iglesia de tal modo que, al escuchar a la Iglesia, le estamos eschuchando a El, al comulgar con la Iglesia estamos en comunión con El, al romper esa comunión, rompemos con El? Son éstas las cuestiones fundamentales que hay que plantear y que hemos querido examinar.

            Si Cristo no es Dios, su pretensión de ser la Verdad (Jo 14, 6). es de una monstruosa arrogancia. Si la Iglesia no ha sido fundada por Cristo, entonces su pretensión de poseer y de enseñar la Verdad es igualmente arrogante e intolerable. Sin embargo, si Cristo es Dios y fundó la Iglesia, ninguna de estas pretensiones es arrogante. Al contrario, son la justificación de nuestra gozosa certeza y de nuestra libertad. "conocereis la verdad, y la verdad os hará libres" (Jo 8, 32).

            Cuando un teólogo ingles, que habia sido perito conciliar, abandonó la Iglesia poco despues de terminar el Vaticano II, algunos de sus antiguos colegas le reprocharon el haberse marchado en lugar de permanecer con ellos para trabajar, desde dentro, por la reforma de la Iglesia.

            Contestó que habia abandonado la Iglesia por una razon fundamental: no creia ya en la infalibilidad de la Iglesia Católica; y le parecia que no le tocaba a él justificar su postura sino mas bien a aquellos que compartían sus opiniones pero se quedaban dentro de la Iglesia. (Viene espontanea la petición de que no intenten justificar su postura, sino cambiarla).

            Consciente o inconscientemente, el planteamiento de bastantes católicos representa hoy un rechazo progresivo de la communio: "Seguiré mi propio camino; no quiero compartir el camino de otros. Tengo mi propia mente; no quiero compartir la Mente de Cristo".

            Las actitudes que conducen a este tipo de auto-excomunión han sido formadas en unos moldes profundos. La sincera recapacitación, la humildad, y sobre todo la oración, son los unicos medios que pueden lograr que una persona se distancie de sus propias actitudes, para pasarlas revista, ver donde son deficientes, y emprender el dificil proceso de refundirlas y remoldearlas. Si no se logran cambiar, la perdida de comunión acabará, con toda probabilidad, por ser completa.

NOTAS

[1] La norma de juicio privado, para interpretar el mensaje de cristiano, corre pareja con el subjetivismo moral y el positivismo juridico: no existe una verdad objetiva o, si existe, no se puede alcanzar. El individuo crea su propia norma subjetiva en todo. La verdad se convierte en una cuestión de opinión. Y, siendo la opinión norma de la verdad, hay tantas "verdades" como opiniones existen.