Concluiamos en el capitulo anterior que la ley - si es justa - está por encima de la conciencia. Probablemente algunos lectores se preguntaran: ese principio no recorta los derechos de la conciencia, de modo particular el derecho a disentir, del que nuestro mundo se muestra tan celoso?
La conciencia, hemos dicho, debe seguir la ley verdadera y justa. Pero, ¿que ocurre si no ve la verdad y la justicia de una ley eclesiastica en materia de fe o de moral? En tal caso, ¿no tendria derecho a disentir? He aqui un tema que merece considerarse con atención.
Facilitara nuestra consideración si aclaramos dos puntos preliminares. Por una parte, no estamos hablando del "disenso" en materia opinable, dentro de la vida o del pensamiento católicos. En materias en las que la Iglesia no ha marcado una linea de conducta o de pensamiento, es evidente que cada católico posee el derecho a formar su propia opinión y a disentir de otras opiniones, sean de un obispo, de un sacerdote o de un seglar.
Por otra parte, seria bueno recordar lo que indicamos en el ultimo capitulo, con referencia al disenso en materias puramente disiplinares. Cada cristiano puede "disentir" de una ley disciplinar en el sentido de pensar - con pleno derecho - que no es acertada u oportuna. Puede, ademas, expresar esa opinión y solicitar la modificación o abolición de la ley, siempre que lo haga sin causar escandalo. Pero mientras la ley esté en vigor, el orden eclesial le pide que la acepte y obedezca. También, porque no obedecer - aparte de ser personalmente erroneo - seria posible causa de escandalo entre los demas miembros de la comunidad eclesial.
Habiendo aclarado estos dos puntos, podemos formular el problema del disenso en unos términos mas bien precisos. La pregunta "¿tiene un católico el derecho a disentir en relación a la Iglesia?" significa realmente "¿puede un católico, en conciencia, negarse a aceptar un aspecto fundamental de la ley o de la doctrina de la Iglesia, o a obedecerla, sin que su situación personal de católico quede afectada?"
Resulta evidente que en la actualidad hay católicos disidentes dentro de la Iglesia, incluso entre las filas de los clerigos. Podemos preguntar: 1) ¿Tienen derecho a disentir?; 2) ¿Cuales son las consecuencias de su disenso?
El derecho a disentir
Intentemos aclarar mas aun el tema que estamos tratando. El punto fundamental no es si los católicos pueden perder la fe o abandonar la Iglesia; lo pueden hacer, y de hecho lo hacen: la historia nos ofrece tristes y abundantes pruebas. El problema no es este. Se trata, mas bien, de si un católico tiene el derecho a disentir en algunos aspectos basicos de la doctrina o de la disciplina de la Iglesia, y seguir, sin embargo, llamandose católico.
Resulta también evidente que no pocos católicos reclaman este preciso derecho en nuestros dias. Discrepan de algun aspecto fundamental del magisterio eclesiastico - relativo a la infalibilidad papal, por ejemplo, o a la verdadera resurrección corporal de Jesucristo, o a la contracepción - y, a la vez, insisten en considerarse como fieles católicos, con pleno derecho a participar en la comunión eclesial, a tomar parte en la Eucaristia, etc.
Tienen derecho a ello? Solamente se puede dar una respuesta precisa a esta cuestión a la luz del principio fundamental de que los derechos derivan de la naturaleza.
El hombre tiene aquellos derechos que le permiten vivir de acuerdo con su naturaleza humana y realizar sus posibilidades. Tiene el derecho a la vida misma, al alimento, a la educación, a la vida social, a la amistad, al matrimonio, etc., porque todos estos derechos le permiten ser mas hombre: le "humanizan". Por lo mismo, no tiene el derecho de robar o matar o cometer adulterio, porque estas acciones le deshumanizan y le desnaturalizan. Si una mujer no tiene derecho a abortar, es porque el aborto, ademas de violentar el mas fundamental de los derechos del niño, des-feminiza y deshumaniza a la mujer.
Un católico, en cuanto hombre posee los mismos derechos que cualquier otro hombre. Pero, en cuanto católico, posee los derechos que se derivan de la naturaleza de ser católico; por eso, no tiene los "derechos" que contradigan esa naturaleza. Tiene derecho a todo aquello que le hace ser mas católico, no a aquello que le hace ser menos. Reclamar unos derechos incompatibles con la naturaleza de ser católico significa desnaturalizarse a uno mismo. La consecuencia seria "des-catolizarse", empezar a "excomulgarse" a si mismo, si no en el sentido juridico, sí en el sentido literal.
Estos principios son bastante claros. No podemos, sin embargo, aplicarlos a nuestro tema sin definir la naturaleza del católico; i.e. sin decir qué significa ser católico. Algunos de nuestros contemporaneos, dentro de la Iglesia, vacilan ante esta cuestión y no se aventuran a ofrecer una respuesta. Algunos, incluso, si se ven en la necesidad, reconocen su incapacidad de abordar la tarea:no sabemos decir qué es ser católico.
Tales casos de perdida da identidad se producen, sin duda. Pero si una persona no sabe decir que es ser católico, y que es no serlo, no puede, logicamente, pretender ser católico ni reclamar el nombre de católico, porque tanto el término como la realidad que expresa, parecen carecer de sentido para el. Del mismo modo, no puede alegar ningún titulo legitimo para opinar con autoridad sobre temas católicos. La fe, para el, es algo que - a lo sumo - busca, pero que todavia no ha encontrado. El mismo confiesa que no la posee.
Si un antropologo dice que no sabe que es el hombre, que ni siquiera sabe si el mismo es un hombre, ¿con que titulo podria dedicarse a la antropologia?
Para la inmensa mayoria de los católicos, sin embargo, ser católico es algo muy concreto, con una significación del todo precisa: una significación tan rica de contenido que puede ser expresada de multiples maneras, aun cuando todas vienen a resumirse en lo mismo.
La identidad del católico
Ser católico significa tener acceso a la vida de Cristo, a la gracia de Cristo, a la verdad de Cristo. Mas precisamente, ser católico es participar en la vida de Cristo en y a través de la comunión con la Iglesia de Cristo; es compartir la vida de Cristo a base de compartir la vida de la Iglesia en la que Cristo vive; supone pertenecer a un Cuerpo que vive con la vida de Cristo y la comunica a quienes son miembros vivos (cfr. Efes. 5:30).
El Libro II del Codigo de Derecho Canonico comienza - con palabras tomadas directamente de la Lumen Gentium (nn. 14 y 31) - por definir a los fieles cristianos. Dice que son "quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran el el pueblo de Dios" (c. 204). Esta descripción se aplica a todos los cristianos: a los protestantes y a los ortodoxos tanto como a los católicos. El canon siguiente define quienes son católicos: los bautizados que "se encuentran en plena comunión con la Iglesia católica (y) se unen a Cristo dentro de la estructura visible de aquella por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos y del regimen eclesiastico" (c. 205).
La naturaleza o identidad de un católico, pues, es clara. Su nota esencial (supuesto el bautismo) es la plena comunión con la Iglesia católica, a través de la cual se está unido a Cristo por los vínculos de la fe, los sacramentos y la disciplina de la Iglesia. Cada uno de estos vínculos eclesiales debe de entenderse en términos de unión con Cristo. Cada uno representa un encuentro concreto con Cristo, y un aceptación concreta de Cristo que sale a nuestro encuentro. No son vínculos que encadenen o dificulten nuestra libertad de acción, sino lazos que nos unen a El y, de ese modo, nos liberan.
La plena comunión con Cristo, por tanto, se realiza en la Iglesia a través de:
- la fe; porque en la doctrina de la Iglesia encontramos la VERDAD de Cristo;
- los sacramentos, porque en los sacramentos de la Iglesia encontramos la GRACIA de Cristo;
- la disciplina, porque en las leyes de la Iglesia vemos y aceptamos la AUTORIDAD de Cristo.
De modo parecido a como cada hombre tiene el derecho de respirar aire limpio y de comer alimento sano y (entrando en lo que mas importa) de pensar lo que es verdadero y amar lo que es bueno - porque estas son actividades todas propias del hombre - , asi, el católico tiene los derechos que son propios de los católicos: el derecho a una comunión particularmente intensa con Cristo - el derecho a que Cristo le enseñe, le cure, le alimente, le guie, le una a los demas en El - en y a través de la Iglesia.
Cada católico tiene el poder de rechazar esta comunión con Cristo, pero no tiene el derecho de rechazarla. Puede hacerlo, sin duda; pero si lo hace, obra mal. Y, como ahora veremos, sufre las consecuencias.
De modo particular - e interesa especialmente subrayar este punto - no tiene el derecho a "dividir" a Cristo (cf. I Cor 1:13). En otras palabras, no tiene el derecho a la comunión con la vida de Cristo en los sacramentos de la Iglesia si no está en comunión con El - con su Mente y con su Voluntad - en su doctrina y en su disciplina.
Las consecuencias del disenso
Pero, ¿qué ocurre si una persona cree sinceramente que una ley o una doctrina de la Iglesia, en una materia importante, está equivocada? ¿Debe pasar por encima de su conciencia, arrollandola, y aceptar servilmente una doctrina o una ley que juzga erronea?
Si cree, en conciencia, que la ley o la doctrina está equivocada hasta el punto que seguirla le parece moralmente ilicito, entonces, como vimos antes, debe desobedecerla, está obligado a desobedecerla.
Pero el asunto no terminaria aqui. Al actuar asi, no ha resuelto un problema de conciencia; mas bien, ha intensificado un problema que ya tenia dentro... Para dejar esto en claro, sera necesario aclarar un malentendido que subyace a toda disensión.
Es inexacto, por parte del católico que "disiente", hablar de un conflicto entre la autoridad de la Iglesia y su conciencia, como si fueran dos elementos inconexos entre si y colocados en oposición mutua: como si fuera exacto ver en la autoridad de la Iglesia un elemento ajeno - totalmente externo a él - que quisiera imponerse a su libertad personal.
La autoridad de la Iglesia - la creencia en la autoridad de la Iglesia - no es un elemento opuesto a su conciencia. No es un elemento externo, ajeno a su conciencia...: ¡es parte de su conciencia!
La creencia en la fiabilidad de la autoridad de la Iglesia es parte de su conciencia, porque él - con una elección personal y libre - ha querido que lo sea. Toda esta tematica gira sobre un punto fundamental: la autoridad de la Iglesia no tiene poder ninguno sobre la inteligencia que no la acepte libremente, que no crea libremente que Cristo está detras de esa autoridad, apoyandola.
Si un católico no cree, de ninguna manera, en el mandato divino tras la autoridad de la Iglesia, he perdido totalmente la fe; ya no es un católico, y no se entiende por qué quiere presentarse como tal. Si en cambio cree de algun modo en la autoridad de la Iglesia, lo hace porque libremente ha querido hacerlo. La creencia en la autoridad de la Iglesia es entonces parte de su haber intelectual, entrando en los elementos mentales segun los cuales forma su criterio moral en cuanto a la verdad y al error, al bien y al mal. En otras palabras, la creencia en la autoridad de la Iglesia es parte de su conciencia.
En tal caso, por tanto, no se trata de un conflicto entre autoridad eclesiastica y conciencia, como si estuviese luchando para defender su conciencia contra un principio externo que se le impone. Se trata de un conflicto dentro de la misma conciencia. Dentro de si misma, la persona encuentra dos posiciones libremente elegidas y libremente mantenidas, pero que le resultan dificiles o imposibles de reconciliar entre si: una creencia personal, de una parte, que Cristo está detras de una ley o una doctrina de la Iglesia; y, de otra parte, una opinión personal de que una actitud de disenso, en relación a esa ley o doctrina, está justificada. No se trata de la conciencia en conflicto con la autoridad, se trata de la conciencia en conflicto consigo misma.
Es un caso, por decirlo asi, de una conciencia "fracturada"; y es la misma persona que disiente quien ha causado la fractura, permitiendo que surgiera oposición entre posiciones que se ha empeñado voluntariamente en mantener. El es quien ha enfrentado su "conciencia discrepante" con su "conciencia católica". Nadie mas que él puede soldar esta fractura. Si no lo hace, la tensión resultante actuará sobre su conciencia católica, desgarrándola hasta dejarla hecha pedazos.
A fin de cuentas, o se cree o no se cree en la garantía divina que sostiene la doctrina de la Iglesia. Si no se cree, no se posee la fe católica. Si se cree, adoptar una postura de reserva o rechazo hacia esta divina garantía, es dar entrada - en la propia mente - a opciones incompatibles con las anteriormente aceptadas. Es, de algun modo, empezar a ser una casa dividida contra si.
Una persona que encuentra, dentro de si, creencias u opiniones contradictorias, tiene que decidir cuales van a prevalecer. Puede concluir: siendo asi que Cristo protege a su Iglesia, en los puntos basicos de su doctrina y de su autoridad, entonces mi entendimiento, al inclinarse hacia una postura de disenso, en principio debe estar equivocado. En esta conclusión - "yo debo de estar equivocado" - no hay nada de ilogico, ni deberia haber nada de humillante. La posibilidad de llegar a tal conclusión debe estar siempre presente al hombre que reconozca la falibilidad de la conciencia [1].
Pero, si rechaza esta posibilidad y afirma: "No, yo no estoy equivocado", debe concluir necesariamente que la Iglesia se equivoca. A este punto, su fe en la presencia de Cristo en la Iglesia empieza a desvanecerse.
Porque la cuestión no acaba ahi. Si su fe se hunde en un punto, necesariamente fracasara en otros. El que empieza a dudar de algunos aspectos fundamentales de la enseñanza de la Iglesia ha empezado a dudar de la auténticidad de la Iglesia: en otras palabras, ha empezado a dudar de la presencia eficaz de Cristo en su Iglesia. Si Cristo no está presente en un determinado punto fumdamental de la doctrina o de la disciplina de la Iglesia, ¿que base se podra tener para creer que se halla presente en cualquiera de las verdades o principios que la Iglesia propone: que este presente en sus sacramentos, - especialmente en la eucaristia - en su culto, en cualquier aspecto de su vida?
Si una persona, en un tema donde piensa ver oposición entre la autoridad eclesiastica y su propia conciencia, se "alinea" con la conciencia, pronto vera que esa oposición se amplia a otros temas. Si la contracepción, por ejemplo, puede ser practicada licitamente en algunas circunstancias extraordinarias, ¿por que no podrian también algunas circunstancias extraordinarias - y, a la larga, también ordinarias - justificar la conducta homosexual o la relación sexual extra-matrimonial? Si una persona concluye que Cristo no sostiene y garantiza la doctrina de la Iglesia en cuanto a la contracepción, entonces no tiene razon ninguna para tener fe en su doctrina acerca del divorcio, de la eutanasia o del aborto [2].
Conciencia contra conciencia
Estas reflexiones pueden ayudar a aquellos católicos que creen encontrarse un dilema insoluble, La conciencia, afirman, les propone un modo de actuar; y la Iglesia les propone otro. En la dilema, siguen a la Iglesia pero a regañadientes, con complejo de coacción... Como he escrito en otra ocasión, este conflicto está auto-inducido: "deriva, no de un enfrentamiento real, sino de un habito de pensar superficial, de la ausencia de una auténtica toma de conciencia, de la incapacidad de comprender sus propios valores. Les deberia bastar a tales católicos reflexionar un poco sobre esa sensación de coacción para darse cuenta de que esa violencia que sienten, sea de la naturaleza que sea, no viene desde fuera... Viene de dentro. No están siendo violentados por la autoridad de la Iglesia; están siendo violentados por su propia y defectuosa creencia en la autoridad de la Iglesia. A fin de cuentas, la fuerza que para mi tenga la enseñanza de la Iglesia depende de mi convicción personal... El Magisterio de la Iglesia solo influye sobre la mente que está convencida de su verdad. Aquellos católicos, por tanto, están siendo coaccionados por su propia y libre convicción - o por lo que queda de ella - de que la enseñanza de la Iglesia goza de una garantía divina. De hecho, están siendo coaccionados ¡por su propia conciencia!" (Conciencia y Libertad, Ed. Rialp, Madrid, 1976, pp. 86-87).
Vale la pena insistir: "Si existe un conflicto de conciencia es precisamente porque la conciencia está dividida contra si misma. No es conciencia contra Iglesia, sino conciencia contra conciencia. La consecuencia es clara: el que quiera protestar acerca de un conflicto interior, provocado por principos que él ha aceptado personal y libremente, no debe presentar sus protestas a nadie mas que a si mismo" (ibid. p. 89).
Tales católicos no son coherentes consigo mismos, ni saben analizarse correctamente. El autoanalisis - el analisis de los principios que, como católicos, libremente asumieron - les deberia fácilitar la solución del problema que sienten en el interior de su propia conciencia.
Lo que les atormenta, por tanto, no es un problema creado por la autoridad, sino un problema creado por ellos mismos: por su actitud hacia la autoridad. Solamente ellos podran resolverlo: con una nueva manera de comprender la autoridad, viendo a Cristo detras de ella, y con una nueva manera de reaccionar delante de la autoridad: aceptandola como expresión de la voluntad de Cristo.
El analisis de lo que significa ser católico - la libre adhesión a Cristo en su Iglesia - aclara e ilumina la tragedia del disidente. Disiente de su propia herencia. Disiente de aquello a lo que tiene derecho a ser. Su disentir es negarse a asentir a la plenitud del programa que Cristo le quiere ofrecer para el desarrollo de su vida de cristiano.
Es verdad - ¡ojala no fuera asi! - que no podemos conocer la mente de Cristo en todo. Pero en materias que importan fundamentalmente para nuestra salvación - en temas esenciales de creencia y de conducta - si podemos conocer cual es la mente de Cristo: "Señor, ¿que dices Tu: sobre la contracepción, sobre la eutanasia, sobre el aborto...?" Y el Señor nos responde en y a través de su Iglesia.
Cualquier acusación de que en la Iglesia se "reprime" la libertad de pensar de modo "diferente" deberia ser vista bajo esta luz. Como ya hemos señalando, existe completa libertad para pensar de manera personal y diferente en las muchas areas que Cristo ha querido dejar al libre debate de la opinión teologica. Pero una vez que Cristo ha expuesto claramente su mente (y solo el Magisterio posee el carisma del Espiritu Santo para comunicarnos el verdadero pensamiento de Cristo), seguimos siendo libres para pensar "de modo distinto"; pero, en tal caso, ya no somos libres para pensar en armonia con la mente de Cristo.
Se es siempre libre para pensar "en términos propios", pero no para estar "unidos con Cristo en términos propios". Solamente podemos estar unidos con Cristo en los términos de Cristo.
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Esta es, pues, nuestra conclusión. El católico no tiene derecho al disenso en puntos principales de doctrina o disciplina. Si insiste en reclamar y ejercer tal "derecho", destruye la esencia de su fe católica y pierde su identidad. El disenso significa negarse a reconocer y a aceptar la autoridad de Cristo - la autoridad de su mente y de su voluntad - presente en la Iglesia. Significa rechazar la comunión con Cristo.
Ademas, supone rechazar la comunión con los demas - con la gran masa de los fieles - , que permanecen, como Cristo quiere, unidos en una sola fe: unidos de corazon y de mente (cf. Hechos 4:32). Significa el principio del apartamiento de la comunión cristiana, la puesta en marcha de un proceso de "auto-excomunión" por la que la persona se separa de la "comunión de la fe de la caridad", apartandose de la creencia y la vida cristiana comunes.
Quien sigue el camino del disenso piensa "por si solo", entendiendo esta afirmación en sentido plenamente literal, es decir, piensan aisladamente. No quiero sugerir, ni por un momento, que cada católico no deba pensar por cuenta propia; todo lo contrario. Lo que yo querria para cada católico, especialmente para el católico disidente, es que pensara por cuenta propia, de tal modo que sepa calibrar y medir las consecuencias de como piensa; de tal modo que su manera de pensar no rompiese los vínculos que unen su entendimiento a la mente de Cristo y a la mente y al pensamiento de la comunidad de la fe.
NOTAS
[1] Evidentemente no debe contentarse sin mas con esta conclusión. Debe empezar un proceso positivo de investigación para ver donde su entendimiento ha errado. De modo especial, deberia procurar investigar - en profundidad - los argumentos positivos que apoyan la doctrina o las medidas disciplinares de la Iglesia.
[2] Quien disiente, en virtud de los "derechos de la conciencia", de alguna doctrina fundamental mantenida por la Iglesia, coloca su conciencia por encima de Cristo; de este modo, convierte su propia conciencia en guia unico de sus acciones. De hecho, atribuye la infalibilidad a su propia conciencia, y niega la infalibilidad a Cristo. En otras palabras, atribuye a su conciencia lo que no le es debido, al mismo tiempo que niega a Cristo lo que a Cristo sí le es debido. Se fia de si mismo y no confia en Cristo.