12. EL PAPEL DEL CRISTIANO EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO

    Un dia que moderaba un seminario con estudiantes de teologia, dibuje las dos piramides que he utilizado en el capitulo anterior:

                                                                      

            Despues de una breve reflexión, uno comentó: "Si; me convence. A fin de cuentas, en la primera piramide, ¿donde está el mundo?"

            ¿Donde, en efecto, está el mundo? Es un comentario acertado que apunta hacia otros importantes defectos en la mentalidad que centra su visión eclesiologica en una supuesta "lucha por el poder".

            La teoria segun la cual el clero y el laicado se oponen como rivales en una contienda por ver quien "manda mas", desvia las energias que deberian dirigirse hacia afuera para la transformación del mundo - la sal, la luz, la levadura del cristianismo - , y las dirige hacia dentro, consumiendolas en debates esteriles sobre la organización, las "estructuras" y las funciones eclesiasticas.

            Es dudoso que una eclesiologia introvertida pueda renovar la Iglesia. Es seguro, en cualquier caso, que no podra renovar el mundo. Ninguna visión auténtica de la Iglesia puede olvidar el mundo. La Iglesia no es un sistema cerrado, ni constituye su propio fin; no existe para si, sino para el Evangelio, para llevar al mundo el mensaje salvador de Cristo. Por su misma naturaleza, la Iglesia está abierta al mundo, para salvarlo. Una visión de la Iglesia que no ofrezca a la vez una visión del mundo es defectuosa.

            Quizas puede alegarse que el proceso por el que se quiere hacer participar a los laicos en eloder, es una etapa o condición necesaria para la renovacion; que la Iglesia, renovada de este modo - con el laicado re-habilitado y en condiciones de cumplir su papel propio - se convertira por fin en un instrumento eficaz de evangelización. En otras palabras, una Iglesia renovada y evangelizadora dependeria de que efectivamente se posibilite a los laicos a desempeñar el papel o misión que propiamente les corresponde en la Iglesia.

            Esto sí es interesante. Sugiere un cambio de perspectiva: pasar de la cuestión de poder a la de misión o papel eclesial. Si lo hacemos, puede demostrarse que los que parecen obsesionados por "luchas por el poder" en la Iglesia incurren en errores basicos, no solo en su visión de la autoridad eclesial sino también - y de modo aun mas radical - en su comprensión de los papeles o misiones cristianos dentro de la Iglesia: tanto el papel propio del clerigo como, especialmente, el papel propio y peculiar del laico.

            No sera necesario amplificar mucho lo que vimos en el ultimo capitulo sobre la función propia del clero. Es el suyo un papel de mnisterio y servicio principalmente al Pueblo de Dios. Y el servicio que el pueblo necesita recibir del sacerdote se basa esencialmente en la configuración de su vida operada por el sacramento del Orden; pero también depende en buena parte de que su modo de vida y de comportarse sea visiblemente sacerdotal; que les resulte facil indentificarlo como sacerdote. Un sacerdote demuestra su solidaridad con los seglares, sirviendoles de modo sacerdotal, no imitando su estilo secular de vida. La imitación de las maneras de vivir seculares, por parte del sacerdote, no gusta a la inmensa mayoria de los seglares y, con demasiada frecuencia, lleva a una perdida de la identidad y del sentido de misión sacerdotal. No nos interesa abundar mas aqui en el tema, ya que el proposito de este capitulo es, mas bien, estudiar el papel de los laicos.

El papel propio de los laicos

            ¿Habra quien se siente realmente satisfecho con la idea de que la deseada "promoción de los laicos" se puede alcanzar por medio de los "ministerios laicales", a los que hicimos referencia en el capitulo anterior? Los ministerios laicales evidentemente merecen nuestro respeto en cuanto son un servicio auténtico a la comunidad eclesial. Pero estos ministerios, y todas las proyecciones actuales mas o menos derivadas de ellos, tienen muy poco que ver con el verdadero papel de laicado, tal como viene presentado por el Concilio Vaticano II. Ademas - y pocas veces se toca este punto que, sin embargo, es de una evidencia trasparente - la inmensa mayoria de los laicoes no pueden ir por ese camino.

            ¿Que porcentaje de los laicos de una parroquia puede desempeñar cargos activos en el culto o en la labor pastoral o adminstrativa? ¿El 2%? ¿El 5%? ¿Que haremos del restanto 95%? ¿No les compete ningún papel eclesial especifico? Y, del 5% que pueden ser activos en este sentido, ¿que porcentaje de su tiempo han de emplear - pueden emplear - en estas actividades eclesiales? ¿Un 10%? ¿Que hay que decir del restante 90% de la semana que dedican al trabajo profesional, a la familia, etc.? ¿Todo eso es de interes marginal, apenas sin importancia? ¿Carece de auténtico sentido eclesial? ¿Representa, ante Dios, una actividad de segunda categoria? ¿No tiene valor apostolico? ¿No encaja en su papel de cristianos?

            No; a la promoción de los laicos no se llega por un camino que está abierto, en el mejor de los casos, a una pequeñisima proporción, y queda cerrado para todos los demas; bloqueado, no por obstruccionistas eclesiasticos, sino por los condicionamientos inherentes en la misma vida laical.

            Si el papel de los laicos no se halla en la linea de los ministerios laicales, ¿en que consiste? El Concilio Vaticano II es absolutamente explicito en su enseñanza sobre el papel peculiar y propio de los laicos y de la esfera en la que se debe ejercer. El campo propio de los laicos es el mundo. Es en el mundo donde tienen que santificarse, siendo cada uno encarnación del espiritu de Jesucristo en las actividades seculares que desempeña. Y es en el mundo, sobre la base de esa unión con Cristo, donde han de evangelizar, procurando penetrar el entero orden humano con el poder salvador y vivificador del Cristo. "Compete a los laicos propiamente... las tareas y el dinamismo seculares" (GS 43) (Enfasis añadida en esta cita, y en las siguientes, de los documentos conciliares). "A los laicos pertenece por propia vocación buscar el reino de Dios tratando y ordenando, segun Dios los asuntos temporales" (LG 31). Ellos están obligados "a cristianizar el mundo" (GS 43), a contribuir "a la santificación del mundo desde dentro" (LG 31). "Los laicos están llamados, particularmente, a hacer presente y operante a la Iglesia en los lugares y condiciones donde ella no puede ser sal de la tierra sino es a traves de ellos" (LG 33). "Siendo propio del estado de los seglares el vivir en medio del mundo los negocios temporales, ellos son llamados por Dios para que, fervientes en el espiritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento" (AA 2).

La misión sacerdotal, profetica y real de los laicos

            La misión propia de los laicos, por tanto, es participar, no en el "poder clerical", sino en el poder y en la misión de Cristo, para impregnar su propia vida secular y el mundo que les rodea, con el espiritu de Cristo.

            Podemos seguir el pensamiento conciliar para ilustrar las distintas maneras con las que los laicos participan de la misión de Cristo, concretamente en su triple oficio: sacerdotal, profetica y real (cf. LG 31ss; AA 10).

            La participación de los laicos en la función sacerdotal de Cristo implica, desde luego, una vida centrada en la Eucaristia. Pero su participación eucaristica no se agota cuando asisten activamente a la Santa Misa, ni se expresa principalmente en determinados papeles liturgicos que pueden desempeñar en las iglesias. Es "como adoradores en todo lugar y obrando santamente" que los laicos "consagran a Dios el mundo mismo". De este modo "todas sus obras, oraciones y proyectos apostolicos, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el decanso del alma y del cuerpo, si se realizan en el Espiritu, incluso las molestias de la vida si se sufren pacientemente, se convierten en hostias espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo" (LG 34).

            Por tanto, su participación en la misión sacerdotal de Cristo se expresa principal y esencialmente en su afan por santificar su trabajo cotidiano y sus tareas seculares.

            ¿Y la participación de los laicos en la misión profetica o de magisterio de Jesucristo? El Concilio insiste en que Cristo "cumple su misión profetica... no solo a traves de la jerarquia, que enseña en su nombre y con su potestad, sino también por medio de los laicos, a quienes constituye en testigos y les ilumina con el sentido de la fe y la gracia de la palabra, para que la virtud del Evangelio brille en la vida cotidiana, familiar y social" (LG 35).

            Que un seglar proclame la palabra de Dios dentro de las funciones liturgicas supone, sin duda, un ejercicio de esta misión profetica. Que esto se hace ahora en casos en los que no se hacia antes puede considerarse, si se quiere, como un logro. Pero si no hacemos mas que mirar por este camino, avanzamos - insisto - por un callejon sin salida.

            La vocación especifica del seglar le llama a anunciar la palabra de Dios no en la Iglesia sino en la calle: en la fabrica, en la oficina, en el club, en la familia. La anunciara no solo con su ejemplo, sino también por la comunicación directa de la buena doctrina. No lo hara a base de "sermonear" (el papel de predicador cuadra mal al laico), sino que, en el intercambio normal de opiniones entre colegas y amigos, dejara sentir toda la fuerza de la verdad cristiana que le inspira.

            Su misión profetica también significa que no tiene miedo a ser testigo de la palabra cuando es poco popular, y no se deja llevar por el desanimo ni por la tentación de presentar una versión aguada de la palabra de Dios, por miedo al rechazo o la persecución (cf. Mt 13, 21). El Concilio insiste en que los laicos, fuertes en la fe y la esperanza, "no deben esconder esta esperanza en la interioridad del alma, sino manifestarla en dialogo continuo... incluso a traves de las estructuras de la vida secular" (LG 35).

            ¿Y la misión real de los laicos? Es también en el mundo donde los seglares, basandose en la gracia y la verdad de Cristo, deben llevar a cabo su misión real. Aqui se hace mas evidente la grandeza de la tarea que les incumbe, pero aqui tembien es mas facil limitarse a los aspectos superficiales de esta tarea, o incluso de interpretarla erroneamente.

            Cristo, Maestro y Salvador de la creación entera, quiere servir, salvar y regir el mundo, para elevarlo a Dios. Cumple este plan suyo a traves de su Iglesia: a traves de sus ministros, y - de un modo aun mas inmediato - a traves de los laicos.

            El primer aspecto de la misión real del seglar cristiano se relaciona con la dimensión personal del trabajo que realiza. Se le pide que sea rey con relación a su trabajo profesional, como Jesucristo fue Rey del trabajo cotidiano que desempeño durante los treinta años de su vida oculta.

            Esto significa que el cristiano, al cumplir su misión real, debe dominar su trabajo y no debe dejarse dominar por el trabajo. Debe darse cuenta de que el trabajo al que libremente se dedica, no es un mero medio de ganar dinero o de auto-afirmacion; está al servicio de un plan divino. Y el debe gobernar su trabajo, dirigiendolo al cumplimiento de este plan (cf. Juan Pablo II, Encyc. Laborem Exercens, n. 5).

Señores del mundo

            Pero la misión real de los laicos tiene un alcance aun mas ambicioso. El hombre, desde el inicio, fue colocado en el mundo para dominarlo y darle forma. A Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, este dominio del mundo le compete por derecho propio. Y El habilita a sus discipulos - y de modo especial a los cristianos laicos - a que lo ejerzan en su nombre. El Concilio habla en términos nobles y solemnes de la tarea que espera a los seglares: establecer el Reino de Cristo en el mundo. "El Señor desea dilatar su reino también por mediación de los fieles laicos; un reino de verdad y de vida, un reino de santidad y de gracia, un reino de justicia, de amor y de paz; en el cual la misma criatura quedara libre de la servidumbre de la corrupción en la libertad de la gloria de los hijos de Dios (cf. Rom 8, 21). Grande, realmente, es la promesa y grande el mandato que se da a los discipulos: Todas las cosas son vustras, pero vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios (I Cor 3, 23)... Para que este deber pueda cumplirse en el ambito univeral, coresponde a los laicos el puesto principal" (LG 36).

            El papel de los seglares no se potencia cuando se les brinda una participación en la autoridad o el servicio clericales. Algunos - pocos - pueden ir en esa direccion; pero ni siquiera entonces es su dirección propia. No es ahi sino en el mundo, donde ha de cumplirse su participación en la misión real de Jesucristo. "Su tarea principal e inmediata no es establecer y desarrollar la comunidad eclesial - ésta es tarea especifica del clero - , sino aprovechar todas las posibilidades cristianas y evangelicas latentes pero ya presentes y activas en los asuntos temporales" (Pablo VI, Exhortacion Apostolica, Evangelii Nuntiandi, n. 70).

            Lo que es propio de los seglares, por tanto, no es convertirse en pseudo-sacerdotes ni en super-sacristanes, sino ser la luz y la sal de la presencia de Cristo en el mundo.

            En uno de los pasajes de la Lumen Gentium que hemos citado, se afirma que la vocación peculiar de los seglares es no solo ocuparse de los asuntos temporales sino también dirigirlos segun la voluntad do Dios (LG 31). El Concilio, en efecto, convoca a los seglares, para asignarles la tarea de ejercer la autoridad de Cristo en el mundo, no solo dando criterio moral (tarea que compete especialmente a la jerarquia), sino sobre todo dirigiendo y orientando activamente los asuntos seculares - las profesiones, el comercio, la politica, los sindicatos, la cultura, la educación, los medios de comunicación, los espectaculos, la vida social y familiar - con la fuerza de su actuación y ejemplo. Es ahi donde ejercen la autoridad real de Cristo, porque "el esfuerzo por llenar de espiritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que uno vive, hasta tal punto es deber y carga de los seglares que nunca lo pueden realizar convenientemente otros" (AA 13).

            La misión real de los seglares ha de llevarles a querer impregnar el orden social con aquellos principios cristianos que lo humanizan y elevan: la dignidad y primacia de la persona humana, la solidaridad social, la santidad del matrimonio y de la familia, la libertad responsable, el amor a la verdad, el respeto hacia la justicia en todos los niveles, el espiritu de servicio, la practica de la comprensión mutua y de la caridad fraterna...

            ¿Por que los cristianos seglares habrian de dirigir la Iglesia cuando lo que les compete es dirigir el mundo? "Desposeer" al clero es tarea de poco interes para quienes están llamados a "poseer" el mundo.

            Aqui es donde podrian originarse malentendidos, incluso graves. Hay que procurar evitarlos, aunque - dicho sea de paso - quienes no son amigos del cristianismo, o de la evangelización, no es probable que los eviten.

            Esta dirección o gobierno - cristiano y laical - del mundo no significa una penetración eclesiastica o una dominación clerical de la sociedad. Ha de signficar, sin embargo, un mundo animado por ciudadanos corrientes quienes realmente comprenden y aman el mundo; quienes, por tanto, respetando su peculiar naturaleza secular, pueden guiarlo hacia su propio fin y plenitud. "Alegrense los cristianos de poder ejercer todas sus actividades temporales, haciendo una sintesis vital del esfuerzo humano, familiar, profesional, cientifico o tecnico, con los valores religiosos, bajo cuya altisima jerarquia todo coopera a la gloria de Dios" (GS 43). "A los laicos corresponde especialmente iluminar y organizar todos los asuntos temporales, a los que están estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen continuamente segun el espiritu de Jesucristo y se desarrollen y sean para la gloria del Creador y del Redentor" (LG 31).

            La renovación cristiana del mundo significara un mundo iluminado con la luz de Cristo (LG 36), luz que se ira extendiendo gracias a la labor de cristianos corrientes que actuan uno a uno, no como "agentes" del Vaticano ni como quienes están a las ordenes de la jerarquia o de alguna institución eclesiastica, sino precisamente en su condición de ciudadanos que viven con libertad y responsabilidad personales (cf. AA 7).

            Como es obvio, no queremos dar a entender que los clerigos no tengan una misión especifica hacia el mundo. Desde luego que la tienen; toda la Iglesia la tiene. El clero cumple una misión santificadora por medio de la oración y del culto, cuyo efecto supera toda posible apreciación humana. Mas patente es la misión profetica del clero. La jerarquia tiene que predicar el evangelio "a tiempo y a destiempo" (II Tim 4, 2), en una incesante proclamación al mundo de los principios eternos de la ley de Dios y del plan de Cristo.

            Pero no puede olvidarse que, desde el punto de vista del mundo, los sacerdotes y la jerarquia aparecen a menudo como extraños o intrusos: gente que viene "de fuera". Aunque ellos quieran ir al mundo, para predicar el Evangelio, el acceso les esta bloqueado muchas veces. Las puertas humanas - puertas de fabricas, de oficinas, de asambleas, de barrios... - frecuentemente les están cerradas, como lo pueden estar, para ellos, los oidos humanos.

            Es el caso opuesto el de los seglares cristianos: no son intrusos en el mundo, no vienen de fuera; están dentro y son de dentro. No tienen que ir al mundo, se encuentran ya presentes en el. Viven en el mundo como ciudadanos corrientes, como sus iguales, a quienes, en tantisimos casos, solamente ellos pueden evangelizar eficazmente. Asi lo proclama el Concilio: "muchos hombres no pueden escuchar el Evangelio ni conocer a Cristo mas que por sus vecinos seglares" (AA 13).

            Al ejercer su "servicio real" (cf. Juan Pablo II, Encyc. Redemptor Hominis, n. 21), los seglares cristianos deben llevar a sus conciudanos a Cristo. No lo haran con engaño, evidentemente; Jesucristo exige claridad y franqueza. Ni lo van a hacer con una pistola en la mano; El no quiere coacción ni violencia; no desea que nadie le siga forzadamente. Podemos señalar dos requisitos fundamentales que los laicos cristianos - siempre sobre la base de unión personal con el Señor - deben reunir para poder llevar a cabo su misión, de modo que "el divino designio de salvación alcance mas y mas a todos los hombres de todos los tiempos y de todas las tierras" (LG 33).

Competencia y doctrina

            El primer elemento necesario, si los seglares han de orientar y regir los asuntos humanos, es la competencia. Es preciso que sean altamente competentes en su oficio o profesión. Llegar a ejercer cargos directivos en las actividades seculares ha de ser fruto del merito profesional - de su esfuerzo en el estudio, de su empeño en la formación, de su dedicación a la investigación - , y ha de mostrarse en la calidad efectiva del trabajo que realizan. Al exponer la misión real de los seglares, el Concilio insiste en este punto: "procuren seriamente que por su competencia en los asuntos profanos y por su actividad, elevada desde dentro por la gracia de Cristo, los bienes creados se desarrollen al servicio de todos y cada uno de los hombres y se distribuyan mejor entre ellos, segun el plan del Creador" (LG 36). Y la Gaudium et Spes insiste: "cuando los laicos actuan, individual o colectivamente como ciudadanos del mundo, no solamente deben cumplir las leyes propias de cada disciplina, sino que deben esforzarse por adquirir verdadera competencia en todos los campos" (GS 43).

            Como sera evidente, los seglares que alcanzan el auténtico sentido de su vocación cristiana están fuertemente motivados para adquirir una notable competencia profesional. A fin de cuentas, como lo que buscan en y a traves de su trabajo es la santidad, el motivo fundamental que les empuja a trabajar es el amor a Dios. Siendo este movil superior tanto a las razones humanas mas nobles como a las ambiciones mas egoistas, han de trabajar mucho y bien.

            El otro elemento necesario para llevar el mundo a Cristo es la doctrina. El Decreto sobre el Apostolado de los Seglares, al indicar que los seglares han de tomar como obligación propia la restauración del orden temporal, añade que, en esta actuación, deben ser "conducidos por la luz del Evangelio y por la mente de la Iglesia y movidos por la caridad" (AA 7). La Gaudium et Spes añade: "a la conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena" (GS 453). Cuando seglares profesionalmente competentes han asimilado el mensaje del Evangelio y han ajustado su mente a la mente de la Iglesia, entonces, inspirados por el amor cristiano, están capacitados para llevar el mundo a su fin.

            Si la fe en Cristo y el amor hacia El son los verdaderos moviles de la competencia y de la doctrina de un seglar, entonces poseera una auténtica unidad de vida. De esta manera, evitara ese "divorcio entre la fe y la vida diaria" que, segun el Concilio, "debe ser considerado como uno de los mas graves errores de nuestra epoca" (GS 43).

            Resulta evidente, por todo lo dicho, que la misión del sacerdote y la del laico son complementarias pero radicalmente distintas. El papel de cada cristiano al responder a la llamada universal a la santidad (LG Cap V), es de servicio y de evangelización, poniendo por delante, como modelo, a Cristo, Siervo y Salvador de todos. El sacerdote sirve principalmente dentro de la Iglesia, y el seglar, esencialmente en el mundo. Los sacerdotes han de ser Cristo, de un modo sacerdotal, para con los cristianos seglares; y los seglares han de ser Cristo, de un modo laical, para con el mundo.

            En el capitulo anterior, critique el concepto de "participación en el poder", cuando se interpreta dialecticamente y presenta a clerigos y a seglares en reñida competencia por alcanzar los puestos "de influencia" dentro de la Iglesia. Intentaré señalar ahora como tal visión refleja una comprensión defectuosa y empobrecida del poder o de la autoridad eclesial. Cabe, sin embargo, llegar a una interpretación positiva de ese concepto de participación en el poder. En efecto, si se entiende la autoridad como servicio, ser participe en el poder se resume en ser participe en el servicio. Asi, cada uno, cuando sirve - cumpliendo su misión propia - participa en el poder de Cristo de salvar el mundo.

            Que cada uno cumpla su misión propia: ésta es la clave del asunto. Es la razon ultima que facilitaa el adecuado entendimiento de la naturaleza propia del poder eclesial. El poder de cada cristiano es el de servir, dentro de la misión especifica que Dios le ha asignado. Quien quiere un poder distinto no quiere servir.

¿Quien ha de mandar?

            ¿Como es que hoy - a 25 años del Concilio - las nociones de "mision" y de "servicio" se captan tan imperfectamente? La explicación, pienso, se encuentra en que el clericalismo - ese defecto tan propio de los clerigos de querer ser la sal de todo los platos, que ha calado también en parte del pueblo cristiano -es un fenómeno robusto que sabe revistirse de formas nuevas, pero que tarda mucho en morir.

            Ya antes del Concilio habia comenzado una reacción contra la tan enraizada tradición de clasificar a los seglares como miembros pasivos de la Iglesia cuyo cometido se resumia en "rezar-pagar-obedecer". El Vaticano II trazo las lineas maestras de un verdadero concepto del papel eclesial del laicado. Sin embargo, gran parte del debate postconciliar sobre los modos de "promocionar" el laicado, no ha sido caracterizado por una comprensión adecuada de estas directrices. La mentalidad clerical, que caracterizaba tantos planteamientos pre-conciliares sobre el laicado, sigue hoy imperante en muchos ambientes. El tono y la presentación habran cambiado, pero los presupuestos de partida siguen siendo defectuosos.

            La caricatura del parroco prepotente - de hace 30 años - le mostraba con un rotulo - "Aqui mando yo" - colgado de la pared de su despacho parroquial. Cabria discutir hasta que punto la caricatura correspondia a la verdad (algo de verdad tenia); pero asi es, mas o menos, como se concibe la mentalidad clerical del preconcilio: "Mandamos nosotros".

            Despues del Concilio, muchos clerigos se han dirigido a los seglares, con aparente generosidad: "¡Animo! Estamos dispuestos a compartir nuestro poder. Podeis mandar con nosotros". Y algunos seglares insisten: "Queremos una parte en ese poder. Queremos mandar con vosotros (e, incluso, sin vosotros...; y, si hace falta, en contra de vosotros)".

            El primer comentario es evidente: la obsesión por el mando tiene poco que ver con el espiritu de Cristo. En la Iglesia, es Cristo quien "manda"; todos los demas somos siervos que servimos - como hemos dicho - de diversas maneras: el clero con una misión especial para servir, en primer lugar, a los demas cristianos; y los seglares, con una misión especifica de servicio para con el mundo, para llevarlo a Cristo.

            En una falsa conceptualización eclesiologica se basa la afirmación de que los laicos en el pasado han sido puestos en una relación indigna - casi "servil" - hacia la jerarquia, y que ahora ha llegado el momento de desechar esta tutela. Sin embargo, los seglares deben obedecer a la jerarquia en aquellas areas en las que la jerarquia proclame el mensaje de Cristo. Al actuar asi, los seglares dan prueba de tener fe y amor a Cristo; no demuestran ningún servilismo. Los seglares no han de ser serviles hacia la jerarquia: sí deben servir el mundo, lo mismo que la jerarquia les debe servir a ellos. El servicio exigira una diversificación de cometidos, pero no por eso dejara de ser servicio.

            Hay también quien sugiere que los laicos, en contraste con los tiempos pre-conciliares, ya no están dispuestos a ser la "lunga manus" de la jerarquia, de la que ésta se sirva para manipular el mundo.

            Los laicos no han de ser la "lunga manus" de la jerarquia. No son la "extension" de un "sistema" eclesiastico oficial. Son -cada uno es, por derecho propio y sobre la base de su piedad, competencia y doctrina - la presencia de Cristo en los asuntos temporales.

            Los laicos no dependen de la jerarquia para su vida secular, ni han de dar cuenta a la jerarquia por las actividades civicas o profesionales que promueven personalmente o en colaboración con otros. No se puede olvidar que el plan que Cristo tiene para el mundo es susceptible de diversas interpretaciones y aplicaciones concretas. Por tanto, los laicos, conociendo los principios de la etica critiana, pueden - y deben - proponer distintas opciones concretas para resolver los problemas economicos, politicos, sociales, etc. Cada uno de esos planteamientos puede ser considerado como una legitima contribución cristiana al desarrollo de los asuntos terrenos (cf. GS 43). El pluralismo cristiano está en juego: la jerarquia puede dar orientaciones eticas generales; pero no tiene derecho a imponer unas determinadas opciones en materias opinables.

"Lideres laicos"

            En la perspectiva conciliar, por tanto, la misión propia del laico tiene unas caracteristicas concretas, lejanas de los "ministerios laicales". Esos ministerios representan una contribución valida y util que algunos seglares prestan a la labor del clero y al servicio de la comunidad cristiana, pero atribuirles mayor valor o mayores posibilidades no corresponderia ni a la realidad eclesial ni a la vocacional. Los ministerios laicales, por su misma naturaleza, habran de ser siempre atipicos para la inmensa mayoria de los seglares. Esos ministerios de hecho no fueron introducidos por el Concilio - que ni siquiera los menciona - sino por Pablo VI, en 1972 (cf. Carta Apostolica, Ministeria Quaedam, del 15 de agosto del 1972). Una denominación mas propia podria ser la de "ministerios eclesiasticos para no-ordenados" y - repito - no responden de ninguna manera al concepto conciliar de la misión propia de los laicos. Constituyen una disposición post-conciliar menor, de cierta utilidad funcional o organizativa para la vida interna de la Iglesia, y es asi que se deben entender. Es ilusorio pretender ver en ellos una puerta entreabierta por la que, al forzarla un poco, los laicos deberian pasar, llegando asi a ocupar su sitio propio y debido. Esta puerta es demasiado estrecha para la enorme mayoria de los laicos, y se abre a unos campos demasiado pequeños e incomodos para ellos. El sitio de los laicos no está a ese lado de la puerta, sino que cae en una dirección totalmente distinta. Los laicos cumplen su misión propia, no cuando toman parte en la administración eclesiastica o en el culto ministerial o cuasi-ministerial, sino cuando participan en la vida de la Iglesia en el mundo, y de modo particular en esa demostración de la vitalidad de la Iglesia que denominamos evangelización.

            El liderazgo del mundo - "para que se transforme segun el proposito divine y llegue a su consumacion" (GS 2) - es el reto que Jesucristo, a traves de la Iglesia, confia a los laicos. Solamente en este sentido puede hablarse correctamente de "liderazgo laico". En ciertos ambientes, sin embargo, es frecuente oir hablar de "lideres laicos" en relación a las personas que cumplen la función (util y eficaz) de ayudar al clero en la organización de la vida eclesiastica; hay incluso quien se alegra del "aumento en el numero de lideres laicos", refiriendose al hecho de que algunos seglares (ese 5% totalmente atipico del que he hablado anteriormente) desempeñan cargos directivos en secretariados católicos, son consultores de organismos diocesanos o enseñan como profesores en Facultades eclesiasticas. El fenómeno tiene aspectos interesantes, pero supone en buena medida una visión clerical que no se corresponde ni con la letra ni con el espiritu del Concilio Vaticano II.

            El Concilio no enseña, en efecto, que los laicos hayan de repartirse con los clerigos el "liderazgo" de los asuntos eclesiasticos. Los laicos que tienen espiritu laical, valga la redudancia, no tienen tiempo ni interes en concursos de sacristia; la mera idea les resulta comica.

            El mensage conciliar - valido para todos los cristianos corrientes y no solo para unos pocos laicos "clericales" - es claro: enfrentarse con el desafio que presenta la vocación secular; cumplir el trabajo profesional con la maxima competencia humana y con el maximo amor de Dios; conocer la doctrina con profundidad y comunicarla a los demas: en una palabra, santificarse en el mundo y santificar el mundo...

            Interesa sin duda alguna potenciar y desarrollar, especialmente entre la juventud, la capacidad de iniciativa, las dotes de gestión y de gobierno, pero no para poner esos talentos al servicio de "tareas" eclesiasticas. Nuestros jovenes tienen "capacidad para mas". Han recibido la misión de ser lideres del mundo. Para eso se deben preparar. Ese es el verdadero reto que se les debe proponer.

            El empleo del término "lideres laicos", insisto, tiende a fomentar un nuevo tipo de clericalismo, que facilmente puede conducir a equivocos en el modo de comprender la evangelización. Seria preferible, por tanto, evitar esa expresión. Cabe emplear en su lugar la de "laicos auxiliares"; seria mas apropiada y ayudaria a mantener una minima claridad de ideas.

Católicos "representativos"

            Esta es otra expresión bastante de moda y también de bastante dudosa validez. Se emplea a menudo para describir a aquellos laicos que pertenecen a consejos parroquiales, trabajan en comites diocesanos o secretariados nacionales, etc.

            No pongo en duda el valor de la labor realizada por estas personas cuando afirmo que no deberia decirse que es "representativa" del laicado cristiano. En mi opinión, las personas a las que ahora nos referimos encarnan el espiritu del Concilio Vaticano II mucho menos que aquellos que buscan y aman a Jesucristo y le dan a conocer, no dentro de las estructuras eclesiasticas, sino "a traves de las estructuras de la vida secular" (LG 35) El apostolado de estos ultimos, basado en el prestigio profesional, pasa por los canales normales de la amistad, del trato humano y social, de tal modo que, plenamente entregados a su vocación secular, "santifican el mundo desde dentro" (LG 10, 31).

            Analicemos otra de las expresiones de moda: la "democracia representativa". Como se sabe, es bastante facil hablar de la representación democratica y muy dificil lograrla en la practica. Cuando pensamos en la sociedad eclesial, basta recordar el numero de los fieles laicos, con la enorme variedad de ocupaciones y circunstancias personales, de intereses y opiniones... para excluir la posibilidad de que puedan estar verdaderamente representados por unos cuantos individuos.

            En la practica, los informes, los comunicados, las declaraciones de principios, etc. que emanan de distintas agrupaciones laicas - de jovenes, de estudiantes, de obreros, etc. - suelen representar solamente las ideas o las decisiones de un reducidisimo numero de personas. Cuando su manera de pensar o de actuar está auténticamente impregnada de principios cristianos, quiza cabria afirmar que estas personas "representan" unos ideales católicos, pero no por ello representan a los demas católicos.

            En otras ocasiones, la manera como enfocan la vida cristiana respondera solo a uno de los muchos enfoques legitimos que pueden adoptar los cristianos; y, en casos extremos, puede estar netamente en desacuerdo con la doctrina católica. En todo caso, sean cuales fueren los puntos de vista que tales católicos puedan representar, las unicas personas de las que pueden ser representantes son ellos mismos.

            Una critica parecida merecen las informaciones que a veces de la prensa sobre reunines "representativas" - a nivel regional o nacional - del laicado católico: sobre todo cuando la mayor parte de los que asisten a estas reuniones resultan ser personas que trabajan "full-time" en organismos católicos o están - al menos - hondamente metidos en la vida eclesiastica. ¿Con que justificación se auto-definen "representativos" de los laicos católicos? Cabria, si se quisiera, calificar a estos laicos de católicos "oficiales", pero de ningún modo pueden considerarse "representativos".

            Estos conceptos - "lideres laicos", "laicos represen-tativos", etc. - circulan en algunos ambientes como si estuviesen respaldados por las enseñanzas del Concilio y señalasen un camino post-conciliar rico en horizontes. Es al contrario, vuelvo a insistir: el camino que señalan conduce a un callejon sin salida. Está manera de pensar no merece ningún apelativo de "progresista", ya que no marca una auténtico progreso, sino la continuación, bajo formas nuevas, del antiguo clericalismo pre-conciliar. Tergiversar el papel propio de los clerigos y de los laicos, facilita el esteril planteamiento de la "lucha por el poder", que hace de remora para toda la labor de evangelización.

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            Es de justicia hacer una breve clarificación antes de poner fin a estas consideraciones.

            Las reflexiones de estos capitulos son mias. En cambio, debo la sustancia de las ideas - sobre ministerio y servicio, sobre el papel del sacerdote y, especialemnte, sobre el papel del laico - a la labor y al pensamiento de Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer.

            Monseñor Escrivá fue un precursor del Concilio Vaticano II. 30 años antes de su apertura, ya predicaba - y enseñaba a vivir -la llamada universal a la santidad; el sacerdocio entendido como un servicio sagrado; la peculiar vocación del seglar a santificarse, a santificar su trabajo, y a santificar el mundo que le rodea; la igualdad fundamental de todos los cristianos y, a la vez, la diversidad funcional que les corresponde, cada uno en el cumplimiento de su propia misión...

            En estos puntos, lo mismo que en otros muchos - el ecumenismo, la relación Iglesia-mundo o evangelio-cultura, el dinamismo de la teologia, la nauraleza de la evangelización - Monseñor Escrivá era, y sigue siendo, un notable ejemplo del hombre que camina delante de los tiempos. Sus escritos, lo mismo que la obra que fundó, constituyen una fuente inagotable de ideas y de inspiración practica para todos los que creen que Jesucristo - Hijo de Dios e "hijo del carpintero" (Mt 13, 54) - vino a llamar a todos a una vida santa en la tierra, y al Cielo.